Gardeazabal

Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal

Para quien titule las noticias desde Bogotá, o desde Barranquilla, es muy fácil acomodar al Cauca toda la escalada de guerra que estamos viviendo por estos dias mientras los guerrillos, convocados a la paz total, se arriman a la mesa de negociaciones del señor de las gafas grandes.

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Pero que eso mismo hagan los señorones de la otrora oligarquía valluna, que se reúnen todavía en clubes decimonónicos pasados de moda o se alebrestan por las interpretaciones políticas de quienes se creen los putis boy del empresariado, es tapar el sol con las manos.

Las bombas de alto poder de la semana anterior las pusieron en Timba y en Potrerito, dos puntos geográficos que giran alrededor de Cali en todos los órdenes.

Las otras andanadas violentas y dañinas de lo que han llamado pendejamente las disidencias de las Farc, han sido en las goteras de Cali, no de Popayán ni en las llanuras selváticas del Pacífico.

Pero ni en Bogotá ni en Cali quieren convencerse que la guerra se les está creciendo como se les magnificó la rebelión de la Primera Línea, que ahora también llaman eufemísticamente como “ el estallido social”.

Las grietas humanas y económicas en Cali y toda su área circundante son mayúsculas y profundamente ofensivas.

Las invasiones a los predios sembrados de caña, a solo 50 kilómetros de Cali, sumado al asesinato de varios de los empleados de los ingenios azucareros que protestan porque les están espantando su trabajadero en la caña.

Todos esos factores, unidos a la palpable descomposición que revienta siempre en delincuencia, deberían hacer pensar a magnates y gobernantes que el problema no lo pueden dejar crecer. Pero no. A ningún putisboy, empresarial o político, le interesa aceptar la realidad.

Ellos siguen creyendo que con las candidatos a las elecciones de octubre, o con los comedores comunitarios en los barrios de hambre, apagan el incendio que está rodeando a Cali, no al Cauca.