Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Cuando comenzó este cuatrienio la atrevida Irene Vélez nos hizo saber que, tal cual dice el programa de gobierno presentado por Petro ante la Registraduría, y que ella ha adoptado como si fuera la biblia sagrada de sus actuaciones en el Ministerio de Minas, en Colombia no se volvería a realizar ningún contrato de exploración ni explotación de petróleo y gas.
La verdad es que ella no repetía como lora lo que le había enseñado su papá, don Hildebrando Vélez, ambientalista de viejo cuño y gran gurú del gobierno Petro. Ella, graduada en Filosofía y especializada en Dinamarca, es una convencida, más aún, una fanática de la teoría anti extractivista.
Como tal, ningún razonamiento lógico cabe en su cabeza y parece que tampoco cabe en la del señor presidente a quien ella y el gurú Hildebrando lo han convencido que los colombianos seremos los salvadores del mundo, los nuevos mesías, que sacrificaremos hasta nuestras vidas, aguantando hambre, porque con nuestro ejemplo se suspenderá por siempre el uso de combustibles fósiles en el mundo entero.
Toda creencia religiosa, por apasionada que resulte, debe respetarse, así no se entienda como el discurso de Petro en Stanford. Pero cuando ese fanatismo religioso lo adopta un presidente y un gobierno, temo que estamos repitiendo el proceso de adoctrinamiento y castración que usó Hitler para imponer el nacional socialismo o Lenin para destruir la antigua Rusia y construir la Unión Soviética.
Y como faltaba una reconfirmación, ayer, el nuevo presidente de Ecopetrol repitió como lora obediente la lección de Hildebrando, Irene y Petro y nos oficializó que Ecopetrol dejaría de existir en breve porque ya no habrá más contratos de exploración ni explotación en Colombia.
Es decir que no era mentira lo de Irene y que ahora sí nos jodimos porque no tendremos dólares para comprar la comida que importamos diariamente, que traeremos el gas de Venezuela aunque no tengamos con qué pagarlo y que donde protestemos nos echan como a Guaidó .