POR: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
La pregunta que nos asalta a muchos colombianos desde ayer es si estamos frente a una reforma Petrotributaria, que cambia las bases de liquidación de los impuestos, o frente a una Petrodieta que pretende inducirnos por la vía indirecta del IVA una variación en los hábitos y consumos alimenticios.
Muchos entendemos que la reforma tributaria después del chasco de la pretendida por Duque a través de Carrasquilla, debía presentarla un nuevo gobierno porque no hay otra forma de saciar la sed de subsidios y la falta de caja para pagarlos, sobre todo cuando resultan ser el mejor retén para las protestas sociales. Y entendemos también que esa Petroreforma tributaria debe sustentarse en imponer un porcentaje más de tributos a quienes ganen de 10 millones mensuales hacia arriba y tengan un patrimonio mayor a los 4 mil millones.
Pero que junto con ella, como lechuga dentro del sanduiche, nos metan una sobretasa del 10 % del IVA para harinas y carnes procesadas, embutidos, conservas, papas fritas, patacones, snacks o pasabocas empacados, galletas, barquillos, obleas, ponqués, tortas, merengón, confites, fresas con chocolates, helados, postres, salsas y sobres de sopa suena a una Petrodieta y a una búsqueda de obligar disimuladamente al colombiano a cambiar de gustos alimenticios. Pero como resulta que la gran mayoría de esos productos, más las bebidas azucaradas, gaseosas o jugos, son los que se venden en las tiendas de barrios o en las chasitas de los ambulantes en parques y calles.
Y como además, en esa Petrotributaria le fijan al mismo tendero un impuesto del 2% del ingreso bruto de sus ventas, si ellas no son mayores a 2 millones mensuales, y del 2.8% si pasan ese límite, y se lo cobran sin reconocerle que haya ganado o perdido con sus ventas, la Petrotributaria comienza a tomar pinta de haber sido montada también contra los tenderos de barrio o de pronto es más bien una vergajada contra el bolsillo de la clase media o baja que compra en esas tiendas,lo que según Raddar suman el 15% de los consumos de hogar.
No se trata de aclarar. Es todavía una propuesta negociable que los congresistas que representan a las cooperativas de contratistas, mal llamadas todavía partidos políticos, van a discutir y a pujar por volverla menos onerosa y más populista mientras los ambientalistas y los enemigos de la comida chatarra, al fin de cuentas totalitaristas en sus deseos de imponernos una dieta a los colombianos llamándola saludable, le van construyendo un altar de gratitud a Petro.