Gardeazabal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Lo que ha sucedido con los votos del 13 de marzo puede haber sido más grave de lo que por inercia no pasó pero es sin duda alguna, un generador de máxima desconfianza para un país que se está atreviendo a seguir creyendo en su democracia. Contra lo que afirman muchos, estamos  llegando al sitio donde Colombia puede dar un giro peligroso, puede reforzar un esquema caduco o aventarse al vacío.

La actuación del señor Registrador es motivo de descomunal sospecha hasta para un siquiatra que apenas sepa leer los ojos de su paciente. Aquí no tuvimos el estallido obligado cuando se traspapelaron casi medio millón de votos porque la incredulidad en las instituciones terminó convirtiéndonos en insensibles,o, lo que es peor, porque entre las cooperativas de contratistas que presentaron sus candidatos al Congreso no hay líder de ningún nivel que hubiese sido capaz de levantar la voz contra el atropello y pueda convocar los ciudadanos burlados a la calle. Y contra lo que alguna otra minoría cree, los muchachos de las barricadas, en quienes tantos tenemos esperanza del cambio drástico del futuro, poco o nada les interesaron esas elecciones.

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Como todavía no han podido conseguir con todo el espectáculo que dieron con el paro nacional, que a las familias del sisben les entreguen el computador y el plan de datos gratuitos que ellos o sus hermanos necesitan para poder aprender lo mismo que los alumnos de los colegios de los ricos. Frustrados o arrepentidos, los muchachos no se dejaron provocar con las traspapelada de medio millón de votos. Pero aunque nada pasó, los acuciosos investigadores y los que saben de cibernética deben explicarle al país que allí no hubo ni la conspiración de que habla el doctor Tobón Sanín, ni el fraude que los perjudicados advierten. Allí hubo un viejo truco de programación digital. En el momento en que el informador del resultado de las mesas teclea los datos desde un celular a un centro algorítmico que los recibe, este segrega debidamente programado, un vacío en vez de una cifra en el dato que contabiliza el preconteo. Lo importante es averiguar quienes pudieron modificar el programa y con cuál intención pretendían generar no un resultado descubrible (como lo fue), sino un hostigamiento selectivo para generar un descontento mayúsculo y propiciar un enfrentamiento entre colombianos que nos perjudicara a todos.

Para redondear la comedia electoral y averiguar al mismo tiempo quien o quienes son los titiriteros que pretenden llevar a Colombia al caos debería encomendarse el recuento de la totalidad de los votos a la Policía Nacional o al Inpec, las dos instituciones más respetadas e insobornables y en quienes más creen los colombianos , no a la Registraduría como pretenden.