Sanando heridas
Pasaban las horas, comimos y sin darnos cuenta, Bella y yo caímos en que faltaba menos de una hora para que viniesen los médicos y no habíamos tenido oportunidad de despedirnos de papá. Con cariño, indicamos a los que más se aferraban a la despedida que era nuestro turno. Decidimos hacerlo juntas para aprovechar al máximo el poco tiempo que quedaba.
«¿Toda una vida y vamos a mantener la conversación que nunca tuvimos, cuando apenas queda tiempo?»
¿Por qué guardamos las dudas, las emociones y dejamos que nos corroan viendo al contrario como nuestro enemigo, sin dar opción a una aclaración siquiera?, aunque ese contrario sea tu propio hijo.
No existió diálogo entre nosotros, nos juzgamos el uno al otro sin darnos una oportunidad. Mantuvimos el rencor en nuestro corazón dejándonos sin respiración, contuvimos el aire en nuestros pulmones y solo lo saltábamos para ver pasar los años con naturalidad, una naturalidad absurda que normalizas dentro de ti, en lo más profundo de tu alma.
Qué insensatez prodigamos los humanos, que ¡estúpidos! podemos llegar a ser. Pasamos la vida viéndola pasar, como el que se asoma al balcón, observando, criticando y juzgando a todo aquel que se cruza en su camino, en lugar de ocuparse de su propia vida y de la de los suyos. Nos lamentamos de nuestras desgracias, mendigamos amor y atención con miedos absurdos, sin empatía, con juicios y sin valor, limitándonos a sobrevivir, que no, a vivir.
Aprendemos a base de golpes y cuando queremos reaccionar, simplemente, o es tarde, o apenas queda tiempo. ¿Cuántas veces hemos dado amor, pero AMOR con mayúsculas?, un abrazo, sin golpecitos en la espalda, un abrazo que contagie al otro y perfore cada poro de su piel, en lugar de dos besos pasajeros al aire y que se dan por simple cortesía. ¿Cuánto tardamos en dar valor a una flor o a las frágiles alas de una mariposa?, si es que acaso lo hacemos. ¿Cuándo seremos capaces de cerrar los ojos y disfrutar de una suave brisa, del movimiento de las nubes, del canto de un pájaro?, ¿cuándo?, decidme, ¿cuándo?
Esas pequeñas e ínfimas cosas que nos rodean desde que nacemos, insignificantes en apariencia, pero tan grandes cuando al fin les damos el lugar que les corresponde. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que vivir es un regalo, que estamos de paso, que cada segundo que perdemos es un segundo que no recuperamos? ¡Uf! cuánta rabia llevo dentro.
Continuará…
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