Para nuestros mayores es la Cali que nunca volverá, y para los de nuestra generación, es una Cali desconocida. Como reza el dicho callejero «ya entrados en gastos», en este momento no podemos colocar el espejo retrovisor y mirar para atrás. Creo y estoy de acuerdo que lo pasado siempre es lo mejor, obviamente haciendo la salvedad en algunos casos, sin profundizar, porque crearíamos una gran polémica y nunca nos pondríamos de acuerdo, porque así somos los caleños de controversiales.

La desigualdad social. Como caleño y por el amor que le tengo a nuestra ‘Sucursal del Cielo’, que nos ha visto nacer y nos ha acogido para sembrar nuestras raíces, durante décadas con más aciertos que desaciertos, analizó la Cali que me toco y veo en este momento un problema social grave. Aquel instante, en el que, si recordamos, ni en los tiempos de la bonanza mafiosa, que nos tocó vivir en la década de los 80 y 90, la sociedad había perdido tantos valores y sentimientos como ahora. A pesar de ese fenómeno maligno, no se había perdido el respeto por nuestra ciudad y por los ciudadanos. Desde esa época, lo que sí se empezó a ver fue una gran fractura o diferencia social, entre los ricos, los nuevos ricos, la clase media y la clase vulnerable, sin oportunidades y condenada, sin juicio ni culpa, a arrastrar la miseria.

Como decía anteriormente, ya entrados en gastos, vivimos en una ciudad con una gran descomposición social, por hechos que no vamos a seguir profundizando y mejor centrémonos en la Cali que nos tocó, una Cali con gente buena, gente cordial y amable; una Cali que ha acogido miles de migrantes y les ha dado la oportunidad de afincarse en nuestra ciudad; pero también vemos una Cali llena de temor, prevenida y despreocupada por ciertos asuntos de la urbe. Aquella donde están los líderes y lideresas que siempre han sobresalido con su trabajo por esta ciudad y que muchas veces han sido referentes para otras regiones.

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Sin líderes nuevos. Cabe preguntar en este punto, dónde están las nuevas generaciones de políticos, que no aparecen. Será que les da miedo aparecer porque el medio político es difícil, el entorno es hostil y a veces complicado por el estigma de la corrupción.

Todo esto ha ido desapareciendo por algunas equivocaciones de nuestros dirigentes y administradores del pasado. Pero como esta es la Cali que nos tocó, algo tenemos que hacer, porque me da dolor que nos hemos dedicado a darle méritos al refrán de «caleño come caleño» y no hacemos si no denigrar de nuestra ciudad; criticar es fácil y en ese apartado se cuestiona la movilidad, que los huecos, que la inseguridad, que el alcalde, que el secretario, que las marchas, que las primeras líneas, que la salud, que la revocatoria, que el MIO, que las colas, que los venezolanos y por todo el que, que, nos quejamos por todo porque para el caleño nada es perfecto, nada le satisface. Entonces con ese comportamiento y pérdida de tiempo, desgastándonos y destruyendo en vez de construir y aportarle a nuestra ciudad; lo que hemos logrado es que ciudades como Medellín y Barranquilla, nos cojan la delantera y estén por encima de nosotros estando a la vanguardia en todo, con corrupción o no, se ve la gestión y por ende la inversión en infraestructura, en ordenamiento urbanístico y en turismo entre otros. Porque los paisas no comen paisas, ni los costeños comen costeños, éstos rodean a sus dirigentes y los dejan trabajar, éstos no denigran de sus ciudades, éstos se sienten orgullosos de su ciudad, éstos lavan los trapos sucios en sus ciudades y los dirigentes llámense políticos o líderes, hacen su gestión con el gobierno nacional y llevan recursos económicos para inversión en sus ciudades, y eso me hace reflexionar sobre la Cali que nos tocó, una Cali que fue la segunda ciudad de nuestro país, una Cali que era incluyente, una Cali catalogada como ‘La Capital Deportiva de Colombia’, una Cali llena de amabilidad y respeto por la sociedad; una Cali educada, una Cali emprendedora, una Cali con dirigencia, una Cali cultural, pero sobre todo una Cali bonita y segura. Cuánto quisiera que pudiéramos seguir el ejemplo paisa y hasta el costeño, que tienen sentido de pertenecía por sus ciudades donde se ve progreso y gran futuro.

¿Por qué nosotros los caleños no podemos hacer lo mismo? Así podremos volver a ser la segunda ciudad de nuestro país y que podamos volver a lucir ese título de capital deportiva de Colombia. ¿Por qué será que no imitamos las cosas buenas de estas regiones? En ellas, no solo es compromiso de los dirigentes, sino que también es un deber íntimo de nosotros, de cuidar la casa. Normalmente nadie duerme en una cama sucia y aprecia su lugar de habitación; es por ello que como ciudadanos y como sociedad, debemos colocarnos la apetecida camiseta 10 para construir. Aprovechemos las cosas buenas que le quedan Cali, como el destino turístico, gastronómico, musical y salsero, sintamos y cuidemos nuestra ciudad, aquella donde nacimos y crecimos, o bien, donde vivimos.

Un llamado urgente. Retomemos todo lo perdido como nuestros valores, nuestro compromiso social y, sobre todo, ese sentido de pertenencia por Cali. Aportemos, edifiquemos, no destruyamos, para que nosotros también podamos decir con orgullo en unos años, que por igual vivimos buenos tiempos en nuestra Cali y que le dejamos a las próximas generaciones una Cali llena de cosas buenas, que sí vale la pena seguir viviendo en Cali. Esta ciudad nos debe doler a todos. No la dejemos caer.