Por: PEDRO PABLO AGUILERA

Colombia se parece a la España de los 80, en los días en que llegó al poder por primera vez Felipe González, el primer presidente español de izquierda luego del franquismo. Una euforia incontenida y un afán de hacer mil cosas. La diferencia primera es no haber tenido una transición de un Adolfo Suárez (1976-1981), alguien de centro que facilitó el tiempo para educar a los nuevos políticos entre décadas de Franco y el gobierno de izquierda.

Felipe González y Gustavo Petro son muy diferentes en tanto personalidades, pero tienen mucho en común. Ambos llegan al poder logrando una mayorías que rompen la tradición de una derecha dominante y creo que Petro desea reorientar la izquierda efervescente en una centroizquierda inteligente y dialogante que transforme para bien a Colombia, algo que hizo González, con la posibilidad de ser reelegido y tener un gobierno de 14 años; justa la misma cantidad de años repetida por el presidente colombiano en varias ocasiones para lograr los cambios en campaña.

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Como el político español, el colombiano ha llegado al poder con un país dominado por un empresariado conservador, un agro latifundista y una realidad de grupos que amenazas la estabilidad del gobierno, no olvidemos que España tuvo en ETA un fuerte movimiento armado que con acciones terroristas y apoyado en las minorías autonómicas tuvo en jaque la democracia española.

El actual gobierno no ha logrado superar su vértigo de la victoria. Sigue siendo más activista que político, es decir está lleno de torpezas y errores de comunicación generando incertidumbres aunque se empeñe en negarlo. Por otra parte, está amarrado a cumplir con demasiados compromisos aumentando la burocracia sin ser garantía de eficiencia además de una política asistencialista que va más a garantizar una base social que a cambios posibles para bien en el país.

Petro a diferencia de Felipe González es más autoritario y autosuficiente algo que con 20 años menos no fue el presidente español. Los círculos a ambos políticos son muy diferentes en uno eran tecnócratas capaces y de concertación real con el empresariado y el contexto internacional; en otro, entre tecnócratas capaces, activistas más ideológicos que realistas y lleno de protagonismos, enunciados, proyectos que en logros y para ello, véase los 100 logros atribuidos desde el gobierno en sus 100 días que es un afán por indicadores. La política es lo concreto y real. Debe revertirse en costos de vida, empleo, salud, seguridad, educación o economía.

2023 inicia con una seguridad tan frágil y limitada como la de los últimos años; incluso la cantidad de masacres ha tenido un incremento. También hay un ambiente raro en donde la doctrina militar de paz total choca con la compra de aviones de quinta generación por una parte y ampliación de la base militar de Gorgona con un costo ambiental irreversible.

El costo de vida es el doble de hace 2 años. La política energética es incoherente ya que mientras enuncia una política ejecuta el fracking en EEUU desde una alianza entre Ecopetrol con OXY, a la vez que prevé importar combustibles fósiles de Venezuela. La voluntad anunciada de una política y nueva matriz energética sigue en el deseo. Queremos saltar antes de caminar.

El 2023 tendrá grandes retos para la política colombiana. No solo de los políticos que deben ser más serios, menos justificativa, populista. Los resultados deben estar al alcance del período de gobierno a menos que se esté pensando en volver a procesos relectorales o de continuidad.

A la vez, la ciudadanía debe superar los antifaces ideológicos para ver la realidad y los resultados ¿cómo vamos?¿hacia dónde vamos? Las elecciones regionales de este año si tienen un valor muy alto con la reforma política. Será o un cheque en blanco o una regulación al gobierno central. Este será un irrepetible 2023.