El deseo de ganar la izquierda en Colombia ha sido truncado por los asesinatos de sus candidatos y ese radicalismo de sus discursos que, junto al estigma de TODOS proyectos fracasados en el mundo.
Cada día es posible que el primer gobierno de izquierda llegue al poder por vía democrática en Colombia. Esa es una realidad, pero esa larga espera no dará pausas; tendrá además de los retos de aprender a gobernar un país que es muy diferente a una alcaldía las exigencias de resultados de sus seguidores, las zancadillas que pondrá la oposición y las nubes de la coyuntura de una inflación acentuada por la guerra ruso-ucraniana.
Los que hemos seguido al candidato dado por muchos como presidente, sabemos que ha venido dando un giro en su discurso radical a otros más pausados, más argumentativos y a callar mientras los errores de los otros candidatos le hacen su campaña. Sin duda, ha madurado políticamente y ha comprendido que el ejercicio del poder exige además de ideas, alianzas y capacidad de generar confianza y credibilidad. Un presidente debe serlo más allá de sus militantes y seguidores; tiene que serlo para sus antagonistas, opositores y sectores empresariales del país y el mundo.
En este sentido, la jugada política del encuentro con César Gaviria muestra a ese otro político que no conocíamos; tanto es así, que las críticas a ese encuentro fueron más radicales desde su primer anillo de leales que desde otras partes. Incluso, no tengo dudas que tal paso le restará votos en la consulta, pero la ventaja es tal en estos momentos, que pudo hacer un acercamiento sin consultar a nadie, esa es la ventaja de quién está ganando.
Y es en esa soledad del poder en donde tendrá que construir un gabinete que ofrezca confianza, credibilidad más que cuotas. La política es de resultados y no de deseos. La experiencia, de gestionar un país va más allá de la simple ideología para hacer posible un pacto por el país, ya que se habla de pacto histórico. Por ello, sería inteligente un gabinete de muestre diversidad no sólo en género y minorías; sino en profesionales, gerentes de campos de acción como hacienda, seguridad, medio ambiente, educación, cultura, salud, agricultura entre otros, que estén más allá de las ideologías por un proyecto de país. ¿será capaz el candidato-presidente dar ese otro paso que lo distanciará un poco más de sus militantes históricos?
Hacerlo, le permitirá conformar una bancada de mayorías que no obtendrá por los votos el 13 de marzo próximo en el Senado y Cámara, pero sí desde alianzas y acuerdos. Sólo así, el candidato-presidente podrá sumar a los que no están: banca, empresariado, trabajadores, estudiantes, campesinos y desempleados. El costo político le será de entrada alto en sus huestes, pero ganará más que los que se desilusionen.
El candidato-presidente ya sabe que la viabilidad de esta primera oportunidad es moderación, inteligencia y resultados que den confianza al entorno financiero nacional e internacional. El candidato-presidente tendrá que decidir cosas, explicarlas negándose y lo hará muchas veces ese es el arte de la política: hacer posible lo imposible, por el poder.
Lo más difícil sin duda no es lograr esas alianzas de los hasta ahora contradictores, será mantener el apoyo de la coalición que lo ha llevado al poder. Sus históricos seguidores serán posiblemente los primeros que por miradas cortoplacistas generen las primeras protestas sociales contra un gobierno de izquierda.