El mundo consume más información hoy que hace 5 años, las posibilidades de acceso son casi universales, las audiencias hablan y son activas y existen cada día nuevos medios de comunicación si bien hay un reajuste en los medios tradicionales. Hoy el poder de la comunicación si bien es “cuántica”, y cada día vale más la firma de un periodista que un medio en sí, no está en tal crisis.
Se rompen los formatos, los géneros, los canales de comunicación y se da mayor peso a la independencia valorándose cada vez más la firma-marca que el medio-marca. Todo esto, es gracias a la conectividad y públicos-audiencias que confían más en las marcas personales que en los conglomerados mediáticos.
Ahora bien, todo cambio tiene sus riesgos y entre ellos están ese afán de autenticar la marca-periodista con el todo vale, en lo que Mauricio Cabrera periodista y creador de Story Baker llama la melodramatización del periodismo que es la búsqueda de la viralización no de las historias sino del periodista. Es el afán por conseguir altas métricas en redes sociales.
Otro riesgo es la monetización que es la “lucha” por obtener siempre ingresos, pagos. La mercantilización del periodismo, ha llevado a ser cada vez más individualista y menos colaborativo. Si antes todo quedaba en los créditos en una historia y el placer de haberla contado, hoy prima que tu aliado de hoy es tu potencial competidor en el futuro cercano. Es un cambio de ética profesional muy agria, pero es real.
Es así que cada día vemos periodistas que rompen con sus medios para incursionar como influenciadores, youtuber de Discord, Twich, Youtube o como creadores de podcast. En todos los casos, ellos saben que el público le interesa ¿quién dice? y el ¿qué dice quién? La firma está matando la noticia. La credibilidad no está en la historia en sí, sino en quién la escribe.
Las audiencias son cada vez más emocionales y la lealtad de las audiencias, de los públicos el conocido engagement, se afianza en las empatías y no en la calidad y contenidos de las historias; por ello el peso de youtuber, influenciadores como generadores de opinión por encima de medios tradicionales.
Lo que tenemos es una profesión en cambio, luego de una quietud de más de un siglo. Han estallado los emisores, los géneros, los canales, las audiencias y las dinámicas de los públicos.
Estamos en una realidad donde la veracidad, la objetividad conviven con la desinformación, las emocionalidades y, además, los algoritmos nos hacen trampa.
Digámoslo todo en forma simple: El marketing domina al periodismo, pero, ¿hasta dónde es válido y hasta dónde no? ¿dónde comienza la firma-marca en las universidades, en los medios o por sí solos? ¿Decidirse a dejar una sala de redacción y hacer su canal de youtube, su canal de Twitch o incluso de Tik Tok es un pecado mortal? ¿Repensar los géneros es maldito? ¿Es pecado tener seguidores? Son debates entre la ética formal y la práctica real.
Creo lo que sucede no es ninguna crisis, es crecimiento, potencialidad, reto y las universidades tienen ese desafío y como lo está haciendo la Universidad Santiago de Cali, que repiensa sus cursos al ser acreditada de alta calidad y tener el reconocimiento internacional del Consejo Latinoamericano de Acreditación de la Educación en Periodismo (CLAEP) en su programa de Comunicación Social. Los medios, los periodistas deben ver la realidad, las tendencias y comprender que este oficio cambia y no espera, tal como Galileo dije frente a sus jueces de la Santa Inquisición” E pur si muove”.