PUTIN Y EL AFGANISTAN UCRANIANO

Rusia luego del derrumbe de las 16 repúblicas soviéticas en 1991 no solamente colapsó económica y políticamente, también militarmente. EEUU y la OTAN creyeron que nada resucitaría ese gigantesco territorio. Se equivocaron: la naciente mafia rusa surgida de la KGB, el partido comunista y el ejercito se dieron a la tarea de crear una oligarquía que, apoyada en el petróleo, el gas y el tráfico de armas a nivel global sentó las bases de una recuperación que le permitió llamar al “alma rusa”, al nacionalismo y a recuperar territorios. Ucrania es el último capítulo, pero primero fue Abjazia y Osetia del Sur (1992-1994) y Chechenia (1994-2000), luego, en 2014, Rusia se anexaría Crimea y comienza el apoyo a los separatistas rusos de Ucrania de la región del Donbass.

Ucrania al no ser aceptada en la Unión Europea (UE) entre 2014 y la actualidad, tuvo los días contados para ser invadida. Rusia creyó que sería un paseo militar y que ocuparía su antiguo territorio, algo parecido a lo hecho en 1980 cuando invadió Afganistán. No ha sido así. Los ucranianos tienen más de una razón histórica para rechazar a los rusos que primero bajo Stalin y luego con Nikita Kruschov, sufrieron la rusificación soviética y un trato lleno de represalias y asesinatos. Ese odio a los rusos llegó a ser tan grande que muchos lucharon junto a Alemania contra los rusos en la II Guerra Mundial con la esperanza de lograr su independencia; incluso continuaron luchando con grupos guerrilleros entre 1944 y los años 50 cuando fueron aniquilados. Ucrania al ser independientes en 1991 lleva consigo esa historia y rencores que ciertamente han propiciado un nacionalismo que llegó a ser extremo en un país multicultural.

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Ucrania ha resistido heroicamente a un ejército que en cantidad y capacidad logística lo supera muchas veces y es un polígono de pruebas de armas rusas que han demostrado ser inexactas, imprecisas, poco efectivas en tierra, mar y aire. Las pérdidas de soldados y material de guerra son cuantiosas y los resultados se evidencian en el lento avance ruso. Allí está Kiev y Jarkov resistiendo. El pueblo ucraniano lucha por su tierra pues saben que es Putin para ellos.

Putin ha fracasado militarmente, pero políticamente también padece de una derrota diplomática pues salvo Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Siria y sus antiguas repúblicas soviéticas de Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán nadie de peso los respalda, todos son sistemas dictatoriales, absolutistas, totalitarios; y si fuese poco económicamente tienen el mayor bloqueo que país alguno ha tenido desde cierre de fronteras, boicot a sus productos, sanciones financieras que llevan a la caída del rubro y la estabilidad financiera.

Como si fuese poco, política y moralmente en Rusia hay una creciente resistencia a esta guerra imperialista. No solo la oposición política, también científicos, intelectuales, deportistas, empresarios multimillonarios como Mikhail Fridman y Oleg Deripaska que hasta ayer eran cercanos a Putin han tomado partido contra esta guerra.
No importa que en unos días pueda tomar Kiev a sangre y fuego a la par que hipócritamente simula dialogar, Putin ha fracasado y tiene desde ya su Afganistán ucraniano.