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Lo lindo de nuestras sociedades tropicales es que pasamos del baile al llanto, con una gran velocidad.

Nuestro tropicalismo se evidencia frente a diversos acontecimientos. Analicemos los dos últimos:

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El drama de nuestras queridas Islas de San Andrés y Providencia, por el azote del Huracán Iota. Todos nos sentimos golpeados por los destrozos y la situación de nuestros conciudadanos; pero, ahí comienza nuestro karma tropical: «el que tiene la culpa es….»; «si hubieran hecho…»; todo el mundo tiene la culpa, menos el puto huracán.

Con esas premisas, en lugar de enfrentar esa realidad producida por un fenómeno de la naturaleza, empezamos a criticar todo lo que se hace o va a hacerse. Se van a robar la plata; 5 gobernadores están presos; puro show de Duque yendo a mostrarse por allá; no falta sino que el fiscal Babosa vaya de paseo con su familia a Providencia; ya empezaron los vivos a robarse las ayudas……

Si estuviéramos en Japón, por ejemplo, toda la población afectada estuviera ya censada y trabajando en la reconstrucción y, los demás, recolectando ayudas útiles para nuestros paisanos en desgracia; sin lamentaciones, ni inculpaciones, que frenen la urgencia de socorrer a los afectados.

Como dice el dicho popular: «Palo porque bogas, palo porque no bogas». Lo único cierto es que un huracán sin antecedentes destruyó gran parte de Provincia y algunos lugares de San Andrés y, todos los colombianos tenemos el deber moral, de acuerdo con nuestras posibilidades, de ayudar a esos colombianos.

Lo mismo pasa con la Selección Colombiana de Fútbol; perdió los 2 últimos partidos y ya la descalificamos; pasamos a ser la peor selección de la historia; hay que cambiar al entrenador y a todos los jugadores con experiencia; dejamos de ser la décima selección en el ranking mundial a ser la peor.

Alemania, por ejemplo, excampeón mundial, perdió 6-0 con España; se les critica el mal partido, pero no se acusa a sus jugadores de estar haciendo un complot contra el técnico y, mucho menos, se pide que se saquen todos los jugadores.

El mágico mundo tropical en que vivimos se caracteriza por reaccionar calenturientamente con la lengua, y con una fría lentitud en el obrar buscando soluciones. ¡Que viva el trópico!

Ñapa: Afortunadamente tenemos nuestro infinito humor y todos estos tropicalismos los pasamos con humor burlón, de todos nuestros males. En dos días estaremos bailando una canción hecha sobre la goleada y otra sobre el huracán Iota.
¡¡Aquí no pasa nada, güepaje!!

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