Este encuentro prolongado con los más cercanos nos ha permitido conocer muchas cosas que no teníamos claras.
El inmenso valor que tiene la familia, los amigos, los vecinos, el entorno y nuestras mascotas.
He aprendido una cantidad de cosas, como por ejemplo, cuando hay que lavar la loza se valora que cada uno tenga una sola tasa para el café, el vino, el jugo y que, en un solo plato, se puede comer todo.
Aprendí que los guantes son de diferente naturaleza, los transparentes para recibir dinero, anaranjados para lavar ropa, negros para desinfectar el inodoro; lo pesado que es un trapeador mojado y lo verraco que es escurrirlo con guantes verdes.
Entendí que con solo camiseta y pantalón corto se puede vivir y que no hay cosa más innecesaria que los sacos y las corbatas.
He descubierto la cantidad de cosas que se pueden hacer por el celular; tomar clases para mejorar cómo tocar guitarra; lo fácil que es afinar los instrumentos musicales, inclusive el puto cuatro.
El maravilloso mundo de comunicarme con muchas personas por Zoom y otras aplicaciones. Observar sin afanes el museo del Hermitage, el cual he visitado 3 veces y nunca lo había detallado tanto como por YouTube.
Lo importante que es tener personas a las que queremos y nos quieren. Lo duro que es no poder acompañar a los deudos de las personas que queríamos y murieron en estos días.
Apreciar el susto que tienen nuestras mascotas al ver que no los dejamos ni un momento del día y están alteradas de lo jodones que somos.
He gozado mucho oyendo amigos que hacía tiempo no sabía de ellos; de ver álbumes y fotos de muchos años atrás.
En fin, no tengo palabras para agradecerle al Covid19, esta gran oportunidad de volver a sentirme humano. De reconocer lo indefensos que somos y lo petulantes que hemos sido frente a la naturaleza.
¿Cómo se puede pagar el estar aprendiendo que hasta los más poderosos mueren por un insignificante virus? Que el dinero no compra salud. Que la generosidad da más satisfacción que la avaricia.
¡¡Gracias Covid19 por todas tus enseñanzas!!
