Aunque este texto será usado en mi contra, por haber sido usurpador durante todo mi vida de ella, hoy les voy hablar cosas horribles de esa única singularidad masculina.

De entrada les digo que la mía, que ha tenido éxito, tanto larga como corta, no entra en esta discusión; declaro la mía fuera de concurso.

En estos días de cuarentena, a muchos hombres les ha dado, de manera impúdica, por mostrar su distinción masculina, cosa que antes nunca hicieron en público, por las redes sociales.

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Unos muestran una irsuta mano de pelos, la cual les cubre una ínfima parte y, otros, un grotesco pelero que les cubre todo; la mayoría no se dan cuenta de lo feo, inclusive inmoral, que resulta mostrar esos peleros por las redes sociales.

No joda, la barba no nos queda bien sino a unos pocos; esos semilampiños, cuya incipiente barba es como 100 hormigas en un merengue o a esos que les salen pelos debajo de las cejas, no deben usar barba.

Todos parecen enfermos de coronavirus recién salidos de la UCI. La pandemia del barbavirus nos está afectando el medio ambiente: parecen todos recién levantados y sin bañarse; hieren la vista, amén de oler hasta por chat.

No lo digo yo, me lo han dicho varias de mis lectoras: No queremos barbudos en casa. Preferimos que no barran con tal de que se afeiten.

Una barba suave, que parezca cepillo para bebés, bien mantenida, cuyo bigote no cubra totalmente el labio, para evitar guardar ahí pedazos de mazamorra, ante todo armónica y pareja, no es fácil de conseguir. Por tanto vuelvan a afeitarse, barbudos pandémicos.

Ñapa: Uso barba desde los 18 años; por eso soy experto en el tema; y como decía mi abuela: «Por la verdad murió Cristo».