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Ingenuamente pensé que la pandemia y su consecuente cuarentena irían a servir para mermar la insoportable polarización que hemos venido padeciendo en los últimos años.
Lamentablemente me equivoqué; no mermó, por el contrario, parece que se incrementó.
Seguimos divididos entre Uribistas y el resto. Nos siguen disparando, por un lado, imágenes de hace 30 años con historias refritas, con autorías de supuestos asesinatos y todo tipo de tropelías cometidas por el “interminable» Uribe y, por el otro, le siguen echando la culpa, de todo lo malo, al proceso de paz y al castrochavismo.
Parece que no se dieran cuenta que eso ya pasó; que las FARC ya no existe como guerrilla; que 11.000 de sus miembros ya están reintegrados a la sociedad, plenamente identificados y conocidos sus domicilios; que sus cabecillas están en el Congreso , que hay en funcionamiento una serie de instituciones para garantizar el cumplimiento del acuerdo de paz y quedó en la Constitución que no se puede modificar en 8 años.
Al «matarife» Uribe lo han investigado todas las Cortes, lo han examinado más que el Covid19 y nadie lo ha condenado. Por cierto, esas Cortes, nada Uribistas, por el contrario cargadas de tigre, por el tema de los seguimientos telefónicos.
Los unos paracos y los otros mamertos comunistas; narcoparacos contra narcochavistas; falsos positivos Vs. Santosguerrilleros; odios infinitos de ambos lados, que se incrementaron en el encierro.
Quienes no estamos contaminados con ese virus “bélicus”, decía el Maestro Barney, estamos francamente mamados de esa fratricida pelea. Nos indigna que eso siga; que los dirigentes pidan que haya perdón y olvido con los crímenes de guerra y ellos continúen sus emulaciones políticas con los mismos odios.
El coronavirus cambió el mundo, de eso no hay duda, menos en Colombia, donde su dirigencia sigue aferrada a odios ancestrales. Da risa ver a algunos defendiendo el proceso de paz, pidiendo perdón y olvido para con los causantes de la violencia guerrillera y, por otro lado, siguen con el mismo odio, sin amnistía, por los paramilitares.
Los que hicieron proceso de paz con los paramilitares no aceptan el proceso con los guerrilleros y esto se volvió un sinfín; incompresible e insoportable.
Los que no estamos sumergidos en esta pandemia del odio, parece que no existiéramos. Somos unos espectadores de este circo sangriento y ya ni nos tapamos la cara, para no ver los asesinatos diarios de líderes sociales y de anónimos trabajadores rurales.
Lo peor es que, quien debía, por su juventud y sus deberes constitucionales, fomentar la concordia, ha terminado también obsesionado con destruir lo pactado e incrementar los odios, aunque de boca para fuera dice los contrario. El veto por parte del gobierno al nombramiento de un presidente de gremio es una muestra clara.
¿No será el momento de que los que no somos Petristas, ni Santistas, ni Uribistas, alcemos nuestra voz de protesta?
Mejor sigámonos haciendo los pendejos, dijo el bobo.
¡zoquetes!
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