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Hay una víctima de Covid19 que está agonizando y no le han querido suministrar ni un medicamento. Se ordenó que no la entubaran y la tiraran a un rincón para que muriera por abandono e inanición.
Esa víctima venía teniendo muchas morbididades desde que nació pero, se creía había recuperado, por el esfuerzo del tratamiento de los últimos años.
Sin más preámbulos, a pesar de que tenemos un alcalde experto en curar, a este paciente no le ve salida distinta a que lo entierren, sin derecho a los santos óleos impartidos por nuestro Arzobispo.
El MIO está en sus últimos instantes; durante los primeros meses no tuvo ni director en propiedad y la pandemia sólo permite el 35% de su uso.
Ante este cadáver rondan las aves de rapiña que, desde posiciones importantes, empiezan a soñar con sacar 500 buses pequeños y volver a llenar la ciudad de ellos. Ya parece que esas órdenes de operación están repartidas por quienes recibieron el transporte de la ciudad como cuota política. Eso dicen en todos los «mentideros» políticos».
El gobierno nacional ha ofrecido apoyar al MÍO, por la crisis; pero, a Cali parece que no le interesa; hay otras prioridades.
Los transportes masivos son subsidiados en todo el mundo; por eso, Colombia en sus últimos planes de desarrollo incluyó, claramente, cómo se deben subsidiar. Cuando el bobazo de Pastrana sacó la ley de Metros, diciendo que fuera autosuficiente, se sabía que era imposible; por eso, incluso este gobierno, en su plan de desarrollo incluyó cómo subsidiarlos. Partiendo del principio de que se subsidia el valor del pasaje, no al dueño del bus.
El consuelo es que el de Bucaramanga y el de Cartagena también están agonizantes. El transmilenio de Bogotá, según la corbatuda López, va para adelante, con ayuda peleada a la Nación.
Lo que uno no entiende es que, si ya se decidió ponerle la eutanasia, por qué siguen construyendo la troncal de oriente; ¿para que la usen los buses de quién?
Ñapa: De ante mano pronostico que al entierro del MIO asistirán muchos deudos y «deudores»; llorando para fuera y felices por dentro.
Ñapita: Tan lindos que se veían los buses eléctricos.
Volverán a las calles de Cali los pequeños busesitos, a llenar/ aquellos grandes azulitos, por siempre desaparecerán.
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