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​Cansado de tener temor por las consecuencias de lo que voy escribir y, después de meditarlo por un tiempo, me resolví hacerlo hoy, asumiendo todos los riesgos.

Hay un buen grupo de colombianos que, aprovechando el encierro por la pandemia, reiteradamente, inclusive en las noches, asaltaron y se expandieron exageradamente. Ahora, cuando no pueden esconder su pecado, pues, se delatan a la vista, están más arrepentidos que un tatuado en el pecho con el nombre de una Ex que los dejó, previos cachos.

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Estos ciudadanos, sigilosa y paulatinamente, abusaron del aislamiento. Lo más grave es que lo hicieron hombres y mujeres de todos los estratos sociales; curas, monjas e inclusive niños.

Al ser descubiertos, están tratando de echar para atrás sus abusivos e impertinentes reprochables actos y, ahora, les están costando bien caro.

Al grano, como dice la penicilina: Denuncio por abusivos y poner en riesgo el sistema general de salud, a los que durante los últimos 5 meses a hurtadillas asaltaron, se apoderaron y consumieron, hasta su agotamiento, el contenido de las alacenas y neveras de la mayoría de los hogares del País.

Específicamente a los obesos, a quienes hoy no les entran ni las medias; quienes, por estar en pantaloneta y trajes deportivos, ahora les quedan estrechos los pañuelos y las corbatas.

Si, aunque duela, señalo a los gordos y gordas, que aumentaron hasta 10 kilos de acaparamiento de grasas y de despilfarro de los pocos dineros de sus hogares, por tener que renovar totalmente su vestimenta, en estos momentos críticos de la economía.

Los invito a que confiesen, ante la comisión de la verdad, sus excesos de gula y de haber convertido la pandemia en el vicio de tragar cada vez que pasaban por la cocina y la nevera.

Deben someterse a JEP, para que una vez devueltos los kilos de más, que hoy tratan de ocultar con trajes negros y camisas anchas, se comprometan a no volver a abusar de las harinas, las gaseosas, las tortas, los pandebonos y los chocolates.

La sanción que exigimos para esas trozudas y gordos, es que desfilen en traje de baño, para que tengan la pena de mostrar barrigas, conejos, nalgas, estrías, papadas y toda clase de michelines abdominales.

Sé que seré odiado por divulgar esta verdad, pero, no aguanté más ser cómplice de todos los «carnudos y carnudas» que me he encontrado últimamente, caminando por ahí desvergonzados y diciéndome «te engordaste en la pandemia». Como decía el filósofo Barney en Palmira: NICAHUEL (ningún cagado se huele).

Los invito a hacer un acto de reconciliación para que, después de aceptar la verdad respecto a la impúdica gordura, reparemos el daño causado con 40 días de dieta estricta y lo más importante: Jamás volver a reincidir en este vicio de tragar como cuadrúpedos.

Ñapa: No sé a quién creerle, si a Mancuso o a Pachito «pinochito» Santos.

Ñapita: Gran preocupación en la costa, por la agarrada de las mechas de los cacaos antioqueños por el tumbís de hidroituango, donde se están sacando las caquitas al sol; de acuerdo con el proverbio popular: «en pelea de paisas el muerto es costeño».

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