KICO BECERRA

Viendo la cantidad de turistas jóvenes que llegan a Colombia y especialmente a Cali, entré en la duda de porqué, vienen y se les ve la cara de felicidad; y nosotros todos los días denigramos del país y de la ciudad.

Me propuse indagar sobre ésta tan singular paradoja: «Para los que habitamos aquí, éste es un país de mierda y para los que vienen, esta mierda es un paraíso».

Entrevisté a varios extranjeros y hubo varias respuestas muy interesantes: En primer lugar la queridura natural del colombiano; la belleza y maravilla de nuestra naturaleza; la calidad y el precio de la gastronomía; la gran variedad, calidad y reducido costo de la hostelería y, la facilidad de desplazarse económicamente en diferentes transportes.

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Sin duda, la más impactante de las razones, me la dio un europeo que se auto denomina como colombiadicto: «Este es el alegre desorden más maravilloso del mundo».

Empezó a enumerarme nuestra alegre anarquía que, comienza en la fila para tomar el avión para el país: Los equipajes gigantescos, la apertura de las maletas, para sacar ropa y ponérsela encima de la que lleva, para rebajar el sobre peso; las bolsas enormes que entran al avión; los aplausos cuando aterrizan; los empujones para bajarse del avión; las peleas con los de emigración (una de las más demoradas del mundo) y el recibimiento de una multitud, con cantos, pancartas, ancianos, bebés, perros y gatos.

El caos del tránsito es muy especial: Motos, bicicletas, carretillas, vendedores ambulantes; moteros con casco con su matrícula que, hacen fila en los semáforos y conversan animadamente por celular, con otro casco colgado, para recoger algún pasajero.

La gente se chancea y se «mama gallo» a toda hora; incluso en medio de un atraco; se burlan de la cara de susto del atracado y de la de cacorro de playa, del atracador; siempre hay motivo de risa.

Los semáforos son una mera indicación y son pasados en rojo; hay leyes para todo y nadie las cumple, “en Colombia todo es prohibido, pero todo se puede». La policía y los funcionarios públicos te «colaboran» a cambio de una «paladita»; hay trámite para todo, pero se agilizan, con «algo para la gaseosa».

Este es un país de personas muy educadas; saludan hasta en los ascensores y dan mil veces las gracias; usan muy buen español y putean a diestra y siniestra. Es común que le presenten al güevón del mejor amigo o al maricón del hermano; a la chimbita de la novia y a la gonorrea del vecino.

Se baila, se bebe y se canta hasta en los entierros. Hay berracos y berracas en todas partes. Es el único país del universo en que uno es íntimo amigo de alguien a los 10 minutos de conocerlo y lo invita a la casa, como si fueran amigos de muchos años.

Ustedes no han sabido explotar su fenomenal alegre desorden. Yo haría publicidad diciendo: «Visite y goce de las maravillas del país más alegremente desordenado del mundo».
Me impactó tanto lo descrito por Hans que, hace 3 días está de huésped en mi casa y va a traer a su familia a pasar ferias con nosotros; espero que sean tan queridos como mi íntimo amigo austriaco.

Ñapa: Que distinto sería si aprendiéramos a gozar alegremente de nuestro desorden y dejáramos de estar maldiciendo nuestra nación. Aprendamos a gozar de nuestra singularidad y, les aseguro, viviremos aún más felices.

!No más noticias apocalípticas! ¡Somos un gran pueblo que vive en un gran País!

Felices fiestas de Navidad y Año Nuevo