Una de las promotoras más importantes de las manufacturas, entendidas como «producto elaborado con las manos», ha muerto.
Su presencia fue parte fundamental para las generaciones de la mitad del Siglo XX; ella convirtió en artesanos a los adolescentes y jóvenes de aquella época; entendiendo como artesanal: “Aquello hecho con las manos, de manera tradicional».
Raquel Welch fue la primera novia imaginaria de muchos de los de mi generación; íbamos a cine para ver su cuerpo y su bello rostro y, después, soñar besando sus carnosos labios.
Coleccionando sus afiches y no perdiendo ninguna película en la que ella apareciera, nos incitó a practicar las artes manuales a los jovencitos de antaño.
Raquel Welch, cuyo nombre real era Raquel Tejada, ha sido de las más bellas mujeres de la historia del cine.
Fui uno de sus fanáticos seguidores; por ella me flagelé muchas veces; impúdica y públicamente confieso que, practiqué artes manuales por ella. Ya había confesado mi pecado privadamente a los sacerdotes confesores, pero, mi propósito de la enmienda duraba poco y recaí por ella, muchas veces, en el onanismo o vicio solitario, que llaman. Bastaba con pensar en Raquel para ser reincidente. Terminé teniendo un pájaro criado a mano, como sabiamente comentó una amiga, años después.
En nuestra época juvenil no había sexo explícito; las películas solo mostraban piernas, escotes insinuantes y besos; lo demás lo dejaban a la imaginación.
La masturbación era pecado; le podían salir, a quien la practicara, pelos en la palma de las manos y, lo que era peor, podía llevar a la locura.
Todo eso resultó pura paja; ni nos salieron pelos en las manos, ni terminamos en manicomios, aunque sí medio locos, por mujeres como Raquel Welch.
Tributo un merecido reconocimiento a esa extraordinaria actriz y a la diva que, tanta diversión y alegría nos dio; en el más allá debe estar gozando y haciendo gozar a quienes ahora disfrutan de su presencia. ¡Ojalá los ángeles no vayan a acabar su vida a manotazos!