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La historia de la humanidad ha sido la historia de una eterna guerra; parece consustancial a la naturaleza humana su vocación guerrera.

La última gran guerra mundial terminó en 1945 pero, de ahí en adelante ha habido «pequeñas» grandes guerras como la de Vietnam, la del Golfo Pérsico, la de Irán y las de Afganistán, para nombrar unas pocas y no hacerme eterno en las de África.

Las razones de la guerra siempre han sido económicas; se disfrazan con todo tipo de pretextos, como el religioso, étnico, defensa de la democracia, miedo a ataques fronterizos, etcétera.

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En estricto sentido, el único continente que no ha tenido una guerra general ha sido Sur América, aunque hemos tenido permanentes furruscas internas, con muchos muertos, por cierto.

La diferencia actual con otras épocas es que tenemos ahora bombas nucleares; cualquier guerrita nuclear implica, por lo menos, 80 millones de muertos directos y 250 millones colaterales. La máquina de guerra inventada por el hombre garantiza acabar con gran parte de la humanidad, incluso casi toda, si es a gran escala.

La guerra actual de Crimea puede trasladarse a ser una guerra atómica, como de plano dijo Putin.

¿Quiénes se benefician con este tipo de guerras? Los 5 países que tienen poder de veto en las Naciones Unidas y que casualmente son los mayores vendedores de armas del planeta.

La economía de guerra beneficia a los productores de armas; valoriza las monedas de las naciones vendedoras de armas y de petróleo (vean el dólar y el petróleo en Colombia).

Después de la pandemia qué mejor para la economía de algunas grandes naciones que una guerra. Todos protestan, pero, están felices con esta horrenda situación. Los muertos bien lejos y las monedas débiles devaluadas; los commodities por el cielo; es decir, la economía se dinamiza.

Ucrania es el pretexto; todos sabíamos que iba a pasar y pasó. Habrá sanciones, treguas, cese temporal al fuego y mucha diplomacia. Cuando caiga el presidente de Ucrania, todo volverá paulatinamente a lo normal o, estaremos frente a una guerra nuclear; duro decirlo, pero es la pura verdad.

Estar lejos no significa que esta guerra no nos afecte; el valor del trigo se aumentará sustancialmente y sus derivados como el pan y las pastas se volverán artículos de lujo; nosotros somos importadores totales de trigo; otro gran aumento a la canasta familiar. A pesar de ser exportadores de petróleo, la gasolina interna se incrementará por el precio exagerado de ese producto; la urea, abono esencial para la agricultura, será casi imposible de comprar.

Ojalá, no pase esto de ser un conflicto de vecinos y no vaya a terminar en una guerra nuclear; especialmente que los líderes mundiales logren evitar esa tragedia.

Ñapa: Dos libros para esta época: «El Fenómeno-guerra» de Gastón Bouthoul, escrito hace 50 años, pero, insuperable para comprender las guerras, y «Nunca» de Ken Follett.