Llegaron las vacaciones de verano y no puedo dejar de evocar cómo eran los veraneos en nuestra época.
Veraneo era sinónimo de patota (muchedumbre) de muchachos a los que se llevaba a cambiar de clima en las montañas cercanas: La carretera al mar, Pichindé y Dapa, para los de Cali; La Buitrera, La Quisquina y Chinche, para los de Palmira.
Hermanos, primos, amigos, cuantos cupieran en las casas, en camarotes o colchones; pieza para los hombres y pieza aparte para las mujeres.
Caminatas, cabalgatas, columpio de vuelo, rayuela, jacks, bolas de cristal, trompo, carro de balineras, jugar al escondite, la lleva, ula ula, lazo, pico de botella, fútbol en loma, bañarse en ríos helados o en chorreras.
Purgada general con el delicioso aceite de ricino; Emulsión de Scott y Leche de Magnesia; Enterovioformo para las churrias y Mejoral, eran los medicamentos básicos.
Las enfermedades eran varicela y sarampión, mamitis (amor inusitado por la mamá), alergia a las cobijas de lana y una que otra quebradura de brazos en el columpio de vuelo.
Antes de acostarse se oía la radionovela de Chan-li-pó; el hombre invisible y Kalimán; se contaban leyendas de miedo, para atemorizar a los asustadizos.
Surgía siempre el amor platónico por una prima, la llevada de serenata de los más grandecitos a sus novias y las comitivas en que participaban las niñas; «los hombres en la cocina huelen a rila de gallina».
No sé cómo hacían nuestros padres para alimentar ese ejército de muchachos tragones y de dónde salía tanta comida. Lo cierto es que, nunca se sentía hambre; eso sí, había que comer de lo que se servía.
Ahora las cosas son distintas; los niños no pueden ir donde no hay buen internet; el agua debe ser purificada; si no hay calentador los muchachos no se bañan; las cobijas son antialérgicas; hay que llevarlos a campamento de verano, con comida balanceada; el botiquín de los niños ocupa una maleta: anti solares, repelente para los moscos, ropa con filtro UV, cascos, rodilleras, hombreras, anti caídas, etc. Presencia permanente del padre o de la madre, para que el quicato no vaya a tener ningún contratiempo.
No sé si lo de ahora es mejor, lo que sí tengo la certeza, es que éramos más libres en nuestra época.
Ñapa: Recuerdo con gran alegría cuando se viajaba con la muchachada en el platón de las camionetas, cantando y mamándole gallo a los peatones; ahora, también es prohibido.