Lizcaniando es el nuevo verbo que se puso de moda con los gustos faraónicos de Lizcano, el jefe de la Casa de Nariño, donde vive Petro y su familia.
Lizquianiar no es sólo comprar lujosos aparatos electrónicos, es poner en peligro la imagen del humilde presidente que, durmió en chozas durante su campaña.
Lizcano, por cierto, tiene sus antecedentes como político que, le gusta la plata del Estado; tiene varias investigaciones por esos gusticos.
Su nombramiento fue una sorpresa, especialmente para los petristas; nadie entiende cómo el más cercano funcionario al presidente, no es una persona militante de su causa.
Para ser coherente, el presidente debería despedir a Lizcano, no porque haya robado con sus fastuosas compras, si no por poner en peligro su imagen austera y humilde de Petro. Ese puesto lo debe ocupar una persona que interprete el pensamiento petrista; por ejemplo, el hijo del Senador Bolívar; sería un excelente candidato para esa posición.
Lo del televisor de 27 millones y los 8 millones de las colchas de plumas de ganso es, sin duda, un gusto sibarita; nadie le preguntó a Petro, ni a doña Vero, si eran alérgicos a esas plumas, estoy seguro, mucho menos a Francia; por eso, el responsable de ese exabrupto económico, en un gobierno austero de izquierda, es Lizcano y, debe salir.
Estos papayasos de los viajes de Doña Vero y de las compras fastuosas para las casas del Presi y de la vice, van haciendo mella en la opinión del gobierno. Un golpe de opinión contundente sería sacar a Lizcano quien confundió el gusto de Petro por los zapatos Ferragamo, con sus normales gustos por la TV y las plumas.
Ñapa: Nada que Roy se manifiesta sobre los escándalos de la Alcaldía de Cali; ¿será porque su hijo es el director de planeación?
Ñapita: El casi empate de Lula y Bolsonaro que, los pasa a la segunda vuelta, demostró otra vez lo equivocados que están los encuestadores políticos y la manipulación que se hace con las encuestas amañadas.
Ñaputa: Deseo pronta recuperación a Roy Barreras, a quien me fascina criticar y darle palo, con razón de mi parte. Reconozco en él buena espalda para recibir látigo y sus buenas maneras, cuando nos encontramos y nos saludamos con gran deferencia.