Los que hemos construido campo productivo en regiones apartadas, con suelos ácidos y mínima capa vegetal, como son los de los llanos orientales y conocemos las zonas agrícolas y ganaderas del país, vivimos frente a una gran incoherencia: Oír lo que especulan los funcionarios, economistas y políticos que, no han sembrado una mata, ni conocen un tractor y, contrastar esto con nuestro diario vivir como agricultores.
Me explico: funcionarios de Bogotá, políticos citadinos y algunos dirigentes gremiales nos hablan de un campo lleno de campesinos sin trabajo y sin tierra; nosotros padecemos la carencia de mano de obra que quiera trabajar en el campo. Conseguir un trabajador de campo, es una odisea; nadie que viva en una ciudad vuelve al campo, por más de que sea mejor remunerado.
Decir esto es un anatema, seré víctima de todo tipo de improperios; por eso, nadie se atreve a decir la gran verdad: Menos del 15% de los colombianos vive realmente en las zonas rurales; pueden ser menos si descontamos los que viven en pequeñísimos poblados y están dedicados al comercio. Nuestros trabajadores y vecinos son personas mayores de 40 años; los jóvenes abandonaron el campo y no volverán jamás.
Los minifundistas padecen también consiguiendo quién les ayude en sus duras labores campesinas. Todos nos quejamos de esa gran verdad menos, los funcionarios que diseñan grandes programas para los campesinos que, cada vez somos menos en cantidad y más viejos en edad.
Yo soy forestador; estoy certificado por buenas prácticas sociales y agrícolas; genero oxígeno, recibo apoyos por tener bonos de carbono; utilizo mano de obra intensa y mis trabajadores están amparados con todos los derechos sociales y laborales, amén de recibir bonos de productividad; tengo que recorrerme el país buscando mano de obra. Eso le pasa a la mayoría de los productores agrícolas, pequeños y grandes.
Por eso, nos llaman la atención los programas de gobierno, basados en la compra y repartición de tierras. ¿Quién las va a trabajar, si no hay mano de obra? Tres millones de hectáreas en zonas fértiles, para producir alimentos, implican darles por lo menos 15 hectáreas a los campesinos; serían 200.000 familias campesinas. Para trabajar eficazmente su parcela productiva, en la mejor tierra, hoy ganadera, se necesitarán mínimo 4 personas para trabajar con ellos; son 1.000.000 de trabajadores del campo nuevos, ¿dónde están?
Los forestadores en caucho natural, “Hevea brasiliensis”, árbol originario de la Amazonía y Orinoquía, necesitamos 9.000 rayadores de caucho para el año entrante y no hemos logrado conseguirlos en ningún lado. Son trabajadores de tiempo completo, no de temporada, como los cosechadores de café, que, por cierto, son imposibles de conseguir.
Cada vez que se anuncia clarificar la tenencia de la tierra y afincar gente en el campo nos alegramos y, por su puesto, apoyamos esas iniciativas, aunque sepamos que, será flor de un solo día. Esas tierras serán vendidas por los adjudicatarios, apenas se pueda, para irse a vivir a la ciudad.
Ñapa: No he oído nunca a los presidentes hablar de las reformas urbanas, donde vive el 85% de los colombianos, donde está la mayor violencia, el mayor desempleo y la mayor hambre. No conozco el estudio de concentración de la propiedad de casas y apartamentos urbanos, ¿por qué será?
Ñapa: Si los mexicanos no quieren que vamos a México, simplemente no vayamos; Brasil, Argentina, Chile y Perú, reciben bien a los turistas colombianos.