Estimados lectores: Trataré, al máximo, de ser lo más breve y conciso posible en mis análisis y mis reflexiones.
Pertenezco a la generación de la cultura y el respeto a los demás, a la época de la URSS y la Cuba comunista, el primer y único viaje a la luna, a la guerra de Vietnam, al festival de Woodstock, Los Hippies, los Beatles, Los Rolling Stone, Los Iracundos y muchos más; en cuya época se acuñó una dulce frase que le dio la vuelta al planeta: “Haz el amor y no la Guerra”.
Audazmente, pero honrosamente, desde los 16 años incursioné en la política local. Jamás conceptúe tendencias ideológicas, tales como “La extrema izquierda y/o la Extrema derecha”, simplemente mis objetivos políticos han sido y serán siempre, empujar fuerte para vivir en un país digno, repleto de abundante riqueza económica y moral, repleta de cultura y capaz de aperturar a cada hombre, mujer o grupo social, las oportunidades que sean del caso. Es que aún muchos no se dan cuenta que a pesar de tan duras circunstancias, tenemos el privilegio de vivir en un país INMENSAMENTE RICO en casi todos los niveles
En mi época de juventud, formé parte además de grupos estudiantiles quienes; calentando las calles de nuestra amada Guayaquil, y sin conceptuar el golpismo como principal objetivo, hicimos temblar al tirano y hasta nos atrevimos a enfrentar de “tú a tú” la represión policial. Lo más importante de todo aquello fue el elemental respeto que mutuamente nos guardábamos: Policías y Estudiantes. Practicamos siempre la justa y pacífica PROTESTA, más no el VANDALISMO Y EL SAQUEO. Defendí y defiendo a los pobres, al cholo, al montubio; y al mismo indigenado.
Por otra parte, una gran mayoría de la ciudadanía nos miraba siempre con respeto; esto es, sin ocultar su apoyo a través de sus opiniones. Desde entonces, me considero un legítimo demócrata.
Orgullosamente, y cada vez que tengo la oportunidad de decirlo y ponerlo en la práctica, expreso ser orgullosamente un político; pues la política no es otra cosa que “EL ARTE DE SERVIR A NUESTRO PRÓJIMO”. Incluso he acuñado una frase que dice: “En política no tengo enemigos….solamente rivales”
Abrigo la fortuna de haber sido por 2 ocasiones Legislador en representación de mi Provincia del Guayas y creo humildemente haber dejado huellas importantes en mi paso por la legislatura. Además, las tentaciones de contaminarme nunca han estado ausentes, pero mi formación, mi Yo interior y mis principios no me han permitido fallarme a mí, ni mucho menos a mis conciudadanos, quienes votaron y no votaron por mí, mucho menos a mi familia.
Entiendo perfectamente bien la finalidad comunista-socialista; ahora del siglo 21, la demagogia, el populismo, la corrupción galopante, el nacimiento de repentinos “héroes políticos de papel” y su escondida perversidad y desmedidas ambiciones, capaces de joder hasta la médula el futuro de ingenuos que en ellos creen, creando además un nuevo país entregado al narcotráfico; maldición lacerante que en su desgracia arrastra y lleva al abismo a las familias.
Entiendo el ancestral sufrimiento de nuestros indígenas, así como el procaz y obligado sometimiento al “patrón de turno”. Entiendo su ancestral rebeldía y sus constantes esfuerzos por vencer la ignominia con absoluta dignidad. En fin, así como el suscrito, existen miles de ecuatorianos que piensan, viven, y entienden la actual problemática y actúan igual que Yo.
Pero aun así, no voy a expresar que “no entiendo las actuales circunstancias, en tanto y en cuanto un supuesto líder indígena llamado Leónidas Iza, está causando fuertes estragos económicos al país, so pretexto de una legítima protesta”
¡Claro que no! Las intenciones de dicho audaz y torpe sujeto son desestabilizadoras, es un falso político honesto, quien seguramente a través de intermitentes “sueños de perro” aspira tomarse la presidencia de la Republica, quien financiado con oscuros capitales, se traslada a través de los 4 puntos cardinales del país en un vehículo de alta gama y se desconoce de qué recursos vive.
Leónidas Iza y compañía deshonran el poncho, el sombrero, la raza y el honor de nuestros hermanos indígenas, aunque verdaderamente honestos en su mayoría, pero que sin embargo no dejan de pecar de tamaños ingenuos.
Cada país tiene los líderes que se merece. La reflexión de fondo que más allá del papel que al presiente Lasso y a la Asamblea Nacional le corresponde, sin lugar a duda alguna es:
¿Qué carajo nos pasa? ¿Los verdaderos Ecuatorianos de bien, hasta cuándo vamos a soportar tanta patraña y tanto perjuicio a nuestra paz y nuestra economía? ¿O acaso aún nos falta aprender la lección?