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Soy Una Persona De Gustos Raros
Soy una persona de gustos raros. Soy huraño, paradójico, bohemio, caminante, aventurero, pero sincero, honesto y leal. Me gusta el silencio en medio del bullicio aparente de las fiestas. Huyo a las celebraciones. No me considero digno de homenajear y prefiero el anónimo lugar del pueblo en las grandes ceremonias. Me gusta ir de mochilero, vagabundo y sin dinero.
Prefiero el anonimato y detesto el amor que nace del efímero paso por la fama. Tengo miedo a los amigos que adulan cuando estoy en el poder, prefiero siempre el abrazo leal y sincero de aquellos que no necesitan una fecha para saludarme. Me divierto en lo sencillo, lo sobrio en aquello que deja ver la riqueza del corazón humano. Me gusta mirar de frente y pronunciar la palabra sincera, aunque esto a muy pocos les guste.
Amo el vino, la poesía, las canciones de Silvio y de Sabina, Me divierto extasiado en las páginas de un buen libro. Duermo poco, pienso mucho, aunque no digo nada. No me considero filósofo, prefiero ser cínico, libre, irreverente, apasionado y loco. Me gusta ver sonreír a mi hija y escucharles las historias que guarda en su corazón, me gusta leer su poesía, esa que brota de un espíritu joven, sensible y soñador Amo con sinceridad y no he aprendido a odiar. Aunque me enojo mucho, se me pasa pronto. Creo en mi espíritu de maestro y amo la escuela que es rebelde, subversiva y transformadora. Esa escuela sanadora, soñadora y alegre.
Soy un soñador, creo en los ideales, quiero vivir según la propuesta del Reino que nos hace el Maestro de Galilea, pero no la de la imagen de un Cristo atrapado en el ritualismo de un templo, sino la del campesino, la del pescador, la del humano sensible, abierto que confronta y transforma. Quiero vivir como el caminante que ha dignificado a la mujer, al niño, al excluido. Ese mismo que nos habla de proximidad y nos convoca a la liberación en la fracción del pan.
Me complazco en mi trabajo, que es mi mayor descanso. Me apasiono con lo que pienso y hago. No quiero homenajes, pero quiero trascender y estoy seguro de que eso solo es posible en la entrega silenciosa del servicio. Es en el pueblo donde deseo resucitar, en su lucha, en su dignidad, en su liberación. No creo en las tortas, pero amo las piñatas, porque ellas encierran lo sencillo. Gozo como niño con las cosas pequeñas y me complazco en el encuentro dialógico con quienes amo al compartir un café, un tequila y esas infinitas aventuras que emergen de recorrer el mundo. Me gusta la mujer de ojos vivos, de piel apasionada y corazón ardiente que, sin pensar en el mañana, solo desea elevarse envuelta de placer en el candor de un espíritu libre que hacer sentir que sobra la piel. Me gusta escribir y contemplar a la mujer que construye la historia, que entrega su vida y que vuela libremente.
Me gusta la gente rara, esa que se ama sin censura, los que no creen en los estereotipos ni en los prejuicios, me gusta escuchar al sabio que no ha ido a la escuela, pero del quien aprendo un saber milenario que sana; me gusta la gente rara que ara la tierra y hace nacer la vida hecho alimento, hecho maíz, hecho pan. Amo la gente rara, a los anormales, los que no son buenos y los que no desean tener la razón. Amo la gente rara, esa gente que trabaja por la gente sin buscar el aplauso, la selfie o la curul. Amo la gente rara que cree en lo imposible.
Soy una persona rara porque no soy de aquellos que prefieren la evidencia, prefiero lo esencial. Encuentro gusto en el atardecer, en la puerta de sol y en la flor que engalana los campos. Prefiero quedarme en la memoria, en el corazón y en el alma. Me deprimo con facilidad, y sufro al ver el rostro sufriente de los niños
Soy una persona de gustos extraños. No me gustan los homenajes. No me gustan los cumpleaños, prefiero el silencio reflexivo de la vida, celebrarla cada día sin ritualismos, ni estereotipos. Me gusta el regalo que se da, en la sorpresiva iniciativa de quien le nace, tan solo porque se hace presente, sin fecha, ni compromiso. Ese regalo que recoge la vida de quien lo ofrece y de quien lo recibe. Por eso me gusta el regalo que es vínculo y afecto espontaneo, lejos de la fría e impersonal ausencia de afecto de un bono.
Prefiero tan solo una taza de café que reúna a los amigos sinceros y leales. Amo las flores, el teatro y una buena camisa. Me gusta mis converse sucios, porque me recuerdan lo mucho que hemos recorrido. Me hace consciente de mi contingencia, de mi paso por el mundo, del carácter nómada de la existencia y de lo mucho que hay por aprender. Soy una persona de gustos finos, exquisitos. Finos pero sobrios de aquellos que se desprenden del néctar de la buena vida. No soy amante de las apariencias comerciales, prefiero el poder sentarse en el atardecer y contemplar la felicidad que abriga el corazón de los niños.
Me gusta provocar, inspirar, animar y amar. Aunque eso cueste tranquilidad. Hago lo que quiero, pero no busco el mal. Me gusta ser irreverente con el poder y reírme de quienes prefieren la comodidad a la felicidad. Me río de quienes prefieren la mentira del poder a la coherencia de hacer lo correcto. No me gustan los convencionalismos, prefiero la sinceridad. No me gustan los ritualismos me gusta la espiritualidad. No me gusta la calificación amo la educación.
Soy testarudo, porque creo en la honestidad y en la lealtad. Me gusta romper esquemas y ver el mundo arder. Por eso valoro infinitamente a quienes se quedan conmigo y mis rarezas, porque no soy fácil de comprender y Por todo esto es por lo que con Silvio Rodríguez digo:
Más de una vez me han echado a la calle
por reír donde debo estar llorando.
por llorar donde debo estar riendo,
por callar donde debo estar hablando,
por hablar donde debo estar callado,
por hablar en voz baja de la fe,
por hablar en voz alta del amor.
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