Después de la primera vuelta presidencial, el pasado 29 de mayo, propongo una reflexión ya que Colombia se enfrenta a una de sus decisiones más importantes, dado que después de la pandemia no nos podemos dar el lujo de seguir improvisando. Estos cuatro años nos tocó un gobierno inexperto que comprometido, no con un proyecto político, sino con las banderas de un partido, que no representa la voluntad y las necesidades del país, lo ha dejado al país en una crisis, social, política, educativa y económica que le va a tocar afrontar al próximo presidente y que será una tarea exhausta y difícil.

Es importante reconocer que Colombia tiene una serie de problemas estructurales que se vienen acrecentando, porque históricamente no se han afrontado con la seriedad que esto necesita. Pensar que una persona, en un periodo de cuatro años, puede resolver todas estas situaciones es caer en la ingenuidad. Con esto, léase bien, no se está validando la reelección o que alguna persona permanezca en el poder, creo en la alternancia como fundamento democrático, por eso es necesario tener la claridad de los límites y alcances del ejecutivo y la necesaria elección de un proyecto de país que permanezca y se haga política de Estado que traiga Justicia, paz y bienestar a todos los hijos e hijas de la nación.

En esta segunda vuelta, la palabra que ha centrado la atención es el cambio, indudablemente en cualquiera de las dos opciones habrá cambios, pero no todos los cambios benefician al país, hay cambios que, si se hacen sin un conocimiento del Estado, de manera improvisada y caprichosa acrecentará la crisis social que ya vivimos. De buenas intenciones está empedrado el infierno y el País no es una tienda de barrio, ni un negocio privado que se puede manejar al parecer de una persona.

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El país necesita una persona que conozca y respete la institucionalidad democrática, que consolide un proyecto donde la paz se haga factible, donde la educación pueda dejar de ser un privilegio y la salud se pueda acceder con la tranquilidad de un tratamiento digno. No más improvisaciones, es el futuro de un país, por eso los proyectos deben trascender la idea de un ser mesiánico o uno berraco que puede solucionar todo de un milagro o una cachetada, y se debe centrar en un proyecto político concreto, real y viable.

Pensar en un proyecto de país, nos ayudará a superar los miedos que desde diferentes orillas se quieren ofrecer. Pensar en un proyecto nos da la posibilidad de elegir con responsabilidad. Estamos ante dos proyectos de país, y cada uno tiene grandes defensores y detractores. Le corresponde a los ciudadanos y ciudadanas analizar con responsabilidad ética y política cuál es el país que necesitamos. Tristemente lo que se ha observado es que muchas personas eligen una opción no porque compartan ese proyecto político, sino para que no gane el otro, así se comparta lo que propone, lo que demuestra una gran irresponsabilidad política y ética.

La elección de un proyecto político nos permite superar el sofisma de centrar la discusión en la opción religiosa de los candidatos. Estamos eligiendo a quien liderará las dinámicas del país no al pastor religioso de la congregación. Las opciones de vida buena de los candidatos es una decisión que corresponde a su fuero interno, no a su figura como presidente. Incluso es importante que se mantenga una distancia entre la fe religiosa del presidente, y la expresión pública de la misma.

Igualmente, se hace necesario superar esa visión reducida de juzgar por las opciones políticas que hizo el candidato en su juventud, por eso es necesario recalcar que no estamos eligiendo a una persona, sino un proyecto. Esta persona lo que debe tener es la idoneidad académica, moral y administrativa para orientar los destinos de la nación. La mezquindad política no puede ser el criterio de elección. No pueden ser las noticias falsas y la desinformación las que salgan a votar. No estamos eligiendo quien parte la torta en las fiestas, sino quien liderará y representará la voluntad popular.

Tenemos dos semanas para poder informarnos con rigor y seriedad, para que los debates al interior de la familia, en los encuentros de amigos y en la academia se hagan basados en ideas claras y no en las noticias mediáticas que se hacen desde las agencias dueñas del poder para deslegitimar a un candidato y llenar de miedo y desesperanza al país. Ahora bien, en este proceso es necesario hacer un llamado a la juventud. Es la hora que ellos hagan sentir su rebeldía, su indignación y su inconformismo.

Si hace un año se luchaba desde las calles, hoy ese grito de lucha se debe transformar en un voto responsable, consciente y libre, por ese proyecto de país que los represente. Es la hora de las mujeres para que sigan haciendo valer su voto signo de resistencia y dignidad. Si hay dos mujeres en la carrera por la vicepresidencia, es porque su lucha ha tenido sentido, por eso, ese voto femenino debe hacerse sentir con fuerza, reclamando reconocimiento, respeto y dignidad.

Es el momento de los movimientos sociales, obreros, estudiantes, campesinos, afros, indígenas, comunidades LGTBI y todos los que se quieran sumar a construir la historia, es el momento de unirnos en las urnas por ese país que anhelamos.

Personalmente mi voto no será por una persona, será por un proyecto de país que asuma la paz y la dignidad como prioridad, que tenga una apuesta educativa de calidad al alcance de todos y todas, de manera democrática, justa y posible. Votaré por un proyecto que reconozca el lugar de la vida, que valore la voz de las periferias, de los territorios. Un proyecto donde el arte y la lúdica sean tan valiosas como las ingenierías o el derecho.

Un país donde podamos expresar nuestro pensamiento, y que desde niños puedan disfrutar de una nación donde se minimice la injusticia y puedan reír y jugar en paz. Mi voto no es una acción ingenua, ni fantasiosa, es el voto de un corazón esperanzado, que cree que es posible un mañana mejor, como dice esta hermosa canción
Habrá un día
En que todos
Al levantar la vista,
Veremos una tierra
Que ponga libertad.
También será posible
Que esa hermosa mañana
Ni tú, ni yo, ni el otro
La lleguemos a ver;
Pero habrá que forzarla
Para que pueda ser.

Seguimos pensando que elegir un presidente, es escoger solo unas personas. Ante esto es necesario indicar que más que una figura mesiánica, populista, un líder carismático o un abuelo verriondo y bien parado, es encoger un proyecto de país.

Por lo menos, no votaré por una figura, sino por un proyecto político que Colombia necesita como es la elección de presidente. Aunque esta es una práctica que realizamos cada cuatro años y que ha se ha mantenido en lo que llevamos de vida republicana, en esta ocasión hay algunos elementos