Por: Víctor Manuel Cañar
Cali sin duda se encuentra en una gran deuda que parece acrecentarse con los jóvenes que habitan este centro urbano; son muchos los factores que han influido a que dicha deuda parezca no solventarse, sin embargo, la mayor causa aporta a este endeudamiento, se traduce a la falta de oportunidades laborales que le garanticen a dicha población el acceso a lo que el precepto constitucional define como “Vivir Dignamente”.
Es importante contextualizar que dicho precepto esté compuesto por 3 postulados “Vivir Bien”, “Vivir como se Quiere” y “Vivir sin Humillaciones”. Sin embargo, la realidad de la ciudad muestra para los jóvenes una alejada posibilidad de llegar a este objetivo, y hasta resulta convirtiéndose en una utopía.
Y no es para más, según el último estudio del proyecto de “Cali como Vamos”, estableció que el 20% de la población joven de la ciudad está desempleada, pintando así un panorama bastante complejo para la juventud caleña, que su expectativa de alcanzar una vida digna se ve opacada por el difícil panorama de desempleo.
Por otro lado, el CERAC “Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos” determinó que los jóvenes hacen parte de la población que más está migrando del país, mostrando los siguientes índices alarmantes “El 35 % está entre los 18 y 29 años de edad, el 23 % entre 30 y 40 años, y el 19% son menor de edad”, panorama nacional que no es ajeno a la realidad que vive la juventud caleña.
Pero además no se puede desconocer que fue la población joven de Cali la que más mostró su descontento frente a las políticas públicas que se han desarrollado local y nacionalmente, por medio de lo que se le denominó “el estallido social”. Se evidencia que la anarquía que se tomó a Cali fue motivada y enardecida por muchos jóvenes de los sectores populares de la ciudad que no tienen de oportunidades laborales, que desconocen y les resulta un sueño el hecho de vivir “dignamente”.
Por eso, es urgente que Cali se centre en crear oportunidades que les permita a sus jóvenes vivir una alta calidad de vida, como se debe, y no como una fantasía.
Y es así como los gobernantes y el sector privado tienen una gran responsabilidad y obligación, y más aun después de esta fragmentación social compuesta por esos jóvenes que se rehúsan a dejar la Cali que los ha visto nacer o que los ha recibido con los brazos abiertos. Por ende, urge que de la mano del gobierno local se creen políticas publicas que incentiven el surgimiento y establecimiento de empresas que aporten a la generación de empleo dentro de Cali, pero que además de generar empleo, existan mecanismos que incorpore a la población joven de la ciudad.
Finalmente, una Cali que resurja como ciudad, deberá hacerlo principalmente sin desconocer a sus jóvenes, quienes son aquellos quienes seguirán construyendo sociedad, de quienes penderá que Cali crezca como una ciudad, no solo de edificios, sino de valores y de conocimiento.