Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

Buga ha tenido a todo lo largo de su historia muchas más vidas que ningún otro pueblo vallecaucano. De sus entrañas han surgido 34 ministros de estado y como fue el epicentro del poder colonial terrateniente y una repetición, pero en tierra fértil del imperio de Popayán, se nutrió endogámicamente y se llenó de historias, anécdotas y bochinches pueblerinos que bien podrían haber copado la literatura regional y nacional.

Pero después de Rojas Garrido en el siglo 19 nadie le jaló a la prosa y Buga se quedó sin novelista que nos contara sus entrecejos. Hasta hoy cuando el bugueño Harold Kremer se le midió por fin a una obra de aliento y, a mi parecer con mucho éxito. EL CARTÓGRAFO DEL INFIERNO es una novela sobre un bandido bugueño de clase media que atrincherado en el partido conservador y en la sombra de El Cóndor tulueño de mis novelas ejerce su dictadura familiar, su afán ultraderechista y su ímpetu sicarial sembrando terror mientras le construyen su mito.

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No dura mucho vivo pero su hijo atenazado por la fama de ser el gallinazo descendiente del pájaro, nos narra a trancazos aunque sin perder el hilo, la historia a través de sus memorias infantiles, las conversaciones de su abuela con los árboles del solar y de la finca, las elucubraciones de su madre mientras enloquece luego de serle infiel a Ospina, el personaje central, y además las aventuras sexuales del adolescente narrador con una solterona que dirige la Biblioteca Municipal de Buga y tiene una madre ciega, dominante y loca, que es casi una vidente.

A todo lo largo de la novela hay entrecruzamientos de la realidad de la ciudad del Cristo Milagroso con la imaginación desbordante pero ordenada del novelista que se ha curtido escribiendo cuentos con anterioridad y dictando aquí y allá clases de composición literaria .

No tiene obviamente límite entre la ficción y la historia real y entonces termina haciendo lo que hemos hecho otros narradores con los anecdotarios de nuestros pueblos, solo que aquí Kremer, con su cartógrafo, comete una bugueñada como para amarrarlo del papayo donde depositaban a sol y canto a los bobos que producía la endogamia en esa ciudad oligárquica: le agrega, luego de terminar la novela, unas dizque” notas complementarias “ autoflagelándose por no haber encontrado espacio en el texto para meter frases e ideas de sus personajes.

Recomiendo que se lea entonces sin tener en cuenta ese añadido pendejo y tendrán la satisfacción de haber leído una muy buena novela. Un novela bugeña.