Gardeazabal

Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal

A Tomás González le sigo la pista como escritor desde 1984 cuando publicó “Primero estaba el mar ”y le amplifiqué mi admiración en la nota semanal sobre libros que entonces publicaba en el suplemento dominical de El Colombiano.

Alguna vez me dijeron que se había ido a vivir a USA, pero como sus libros comenzaron a aparecer, con la misma dignidad y finura de su primer intento, pero de manera escalonada, tuve que terminar por admitir que el gran escritor en quien habíamos puesto todas nuestras esperanzas de la gran novela de Urabá, se había dejado contratar a destajo por el mundo editorial español radicado en América y como sus libros no eran promocionados, porque tanto editoriales como periódicos y medios de comunicación más modernos perdieron las ganas de ayudar a la lectura, me fue quedando más difícil seguirle el paso fiel al escritor paisa.

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Hace unos días, cuando pregunté por él a uno de los que todavía lee libros, me dijo a más del bochinche sobre la exótica vida que el escritor, hoy de 73 años, seguía llevando, lejos del mundanal ruido, que para él lo mejor de Tomás era su libro de cuentos “El Expreso del Sol”.

El día que fui al funeral de Tomás Carrasquilla lo encontré en una mini librería del aeropuerto Olaya Herrera. Creo que mi amigo casi que tiene razón porque este libro de cuentos es magistral. La capacidad de describir a una solterona a más de sicótica y odiando a su marido, es fenomenal.

Las fotografías de lo cuotidiano de los burgueses de Medellín o de Bogotá o de Nueva York. Los detalles, las angustias hogareñas, las picardías matrimoniales, hacen del libro en pleno 2022, 6 años después de editado, una colección de cuadros de costumbres tan valiosa como la que Emiro Kastos y los escritores de El Mosaico hicieran a finales del1800 en Colombia.

Pero es la habilidad mayúscula para inventarle a un viejito despistado por el alzhéimer un viaje imaginario desde Honda a Barranquilla en el tren que llamaban entonces El Expreso del Sol, donde el libro consigue la culminación estertórea y a mi, personalmente ,me trasladó a un viaje que hicimos con Luis Alfonso Correa y su tía Ana en 1964 desde Medellín a Berrío, donde trasbordamos al Expreso del Sol para ir a pasar unos días en el entonces incipiente Rodadero.

Aplaudo una vez más a Tomás.