Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
Johan Sebastian Bach me atrajo desde cuando entre los libros que le sobrevivieron a don Marcial Gardeazábal en un closet de la casa de la abuela encontré una biografía sobre él, donde barruntaban la estricta relación entre las matemáticas y la música que él compuso.
Hace unos años leí la curiosa biografía de Eidman, editada en España por Siglo XXI y renové mi interés por ese personaje perseguido y atormentado por todos y cada uno de los príncipes que fueron sus patrones ,pero que el paso de los años elevó a la gloria hasta tenerlo como uno de los grandes.
Asomarse entonces a su vida ha sido tentación de lectores y escritores. Ahora el músico de las fugas y las cantatas me volvió a tentar con un libro DIECISEIS NOTAS, escrito por Risto Mejide, un hacedor de libros por modelo que a veces se venden como pan pero pronto se olvidan.
De su lectura dista mucho la satisfacción histórica, -finalmente es una novela-,pero deja sonando el perfil entre majestuoso y anonadado que tuvo un músico genial que apenas por estas épocas, con los algoritmos metidos en los conservatorios musicales ,empieza a descubir la intensa relación entre las matemáticas y los pentagramas.
La novela de Mejide se deja leer y entretiene, pero como está prefabricada para que llegarse a ser best seller hace unas combinaciones forzadas del pasado real con el presente ficcionado y termina por sacar de quicio al más tolerante de los lectores.
Se salva finalmente porque es construida sobre el personaje femenino de Anna Magdalena , la segunda esposa de Bach y la madre, abuela y bisabuela de varios de sus herederos musicales,y quien, así hubiese sido abandonada hasta por el recuerdo, dejó sus notas para ofrendar en el altar de la historia lo magnánima que pudo haber sido como esposa de un genio tan trastocado como Johan Sebastian Bach ,autor de esa misa en si menor que tantas veces me hizo oír en la infancia mi madre para despertarme el siempre sordo sentido musical de mi existencia.