Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
En Colombia deben ser muy pero muy poquitos los que conocen de la existencia del maestro de maestros Luis Delfín Insuasty Rodríguez.
Este nariñense, nacido en Yacuanquer en 1930 y muerto en Bogotá en el 2009, llegó a ser Licenciado en Biología y Química de la Pedagógica, Máster y luego PhD en Salud Pública en Berkeley, California, PhD en Biología y Química de la Pedagógica de Tunja, Asesor Especial durante 13 años para 11 países en las oficinas de la Unesco en París y el mismo cargo durante 12 años finales de su vida en Cafam, para todos los departamentos de Colombia.
Pero, lo más importante, es que en ese increíble periplo se ideó y puso en funcionamiento los INEM, que tanto sirvieron a Colombia durante 25 años para transformar la mentalidad y el pensamiento de los jóvenes de estratos bajos en todas las ciudades del país donde funcionaron con su pensum y orientación diferentes al esquema clasista que hoy ha vuelto a revivir.
Sobre ese personajón, olvidado en la mala memoria de quienes recibieron sus luces, pero sobre todo desconocido para los colombianos, el periodista pastuso Pablo Emilio Obando ha editado un libro desordenado aunque apasionado, lejano de las normas estéticas usadas por la tradición editorial hispana pero cargado de mayúsculas capacidades para enfocar y detallar en tan extensa biografía solo los momentos culminantes que permiten asombrarnos de que ese gran pedagogo haya existido apenas 15 años después de su muerte.
Leerlo tal vez no le puede gustar a quienes desprecian y minimizan burlescamente a los pastusos. Tampoco va a entusiasmar a quienes ya dieron por aceptado que la historia de la patria se hizo solitariamente, no con apoyos de la magnitud del Profesor Insuasty.
Pero ahí está don Luís Delfín, renovándose en el recuerdo, enorgulleciendo a quienes convivimos con él durante 64 años de nuestra existencia y no fuimos capaces de darnos cuenta de la grandeza de compatriota que nos acompañaba.
Lo digo hoy, al terminar febrero del 2023, antes que los grafitis reemplacen los libros de historia y que las letras de molde no sigan siendo encuadernadas, sino referenciadas por los algoritmos o desechadas por las inteligencias artificiales.