Por: Gustavo Alvarez Gardeazabal
El escritor antioqueño Jorge Franco, desde cuando se abrió campo con “Rosario Tijeras” y “El mundo de afuera” ha mostrado que es un novelista con temple.
No todas sus novelas tiene el mismo nivel, pero no había perdido hasta ahora el temple que lo consagró. En esta última novela “El vacio en el que flotas”, curiosamente se le pierde y, lo que es peor, lo deja traspapelar entre las brumas de la confusión que son comunes a literatos adolescentes no a novelistas maduros como él. .Sobre la base de un anécdota forzada, el rapto de un niño segundos antes de que estalle una bomba en el Medellín de la época de los estruendos criminales de la guerra narca.
Desarrollando la vida del secuestrador cuidando al niño como mamá travesti.
Tratando de recuperar el hilo narrativo en la armazón de un triángulo de personajes, se sofoca al lector con las borracheras del niño raptado convertido en el trascurso de los años en un escritor exitoso pero alcohólico.
Y lo que resulta más desagradable, constriñendo la novela por la falta de acción de los padres del raptado o por nunca poder convertir en personaje de novela al secuestrador ,la narración se va destemplando como las guitarras viejas que toca la secuestradora mujer/hombre de cabaret en cabaret.
Es un triángulo narrativo de un novelista con experiencia, pero extrañamente es un triángulo sin vórtice, como si fuera un aprendiz del género. Por supuesto las calidades de los elementos usados para narrar son exquisitas. La gracia escueta que dignificó en Rosario Tijeras todavía aparece esporádicamente en Sergio ,el papá del niño secuestrado.
Pero lo demás no da sino para condolerse del salto al vacío que ha dado el excelente autor de “Paraiso Travel” para escapar de su propio cerco o pagar la cuota de producción a destajo a que obligan ahora las editoriales españolas a casi todos los autores que han triunfado en el pasado.