Gardeazabal

Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL

En este país hay historias que la sabiduría popular decide no contar y los medios prefieren traspapelar. A Pablo Escobar le sacaron todos los datos posibles hasta volverlo personaje universal. A los Castaño, Fidel, Carlos y Vicente, gestores de un momento demasiado doloroso y sangriento de la vida nacional, poco o nada les han investigado y hecho conocer.

Pero aunque nadie haya novelísticamente hurgado sobre sus actividades mientras vivieron y de sus efectos luego de que entre ellos mismos se mataron, no hay la menor duda que son unos personajones para que cualquier escritor atrevido, que conozca la zona de su influencia y los verdaderos hilos que ellos movieron, se meta a construir la gran novela colombiana.

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Toño Sánchez, el hábil periodista de Montería, se ha atrevido a dar el primer paso con un libro desconchinflado pero intrigante, desordenado y escrito a la carrera, pero lleno de descripciones macabras, casi inverosímiles, que resultan suficientes al leerlas para borrar y olvidar las falencias con que fue redactado el libro.

La historia de Fidel Castaño, el fundador de la dinastía, desde su remoto origen en las breñas de Amalfi, a orillas del Porce, hasta caer muerto en una emboscada que dicen fue propiciada por sus hermanos, podría explicar el fenómeno de los paramilitares.

La vida vertiginosa de Carlos, el jefe máximo, el de los ojos locuaces, el poeta de sus silencios, está narrada con susto pero sin tapujos y permite entender por qué lo mandó matar su hermano Vicente.

Y aun cuando la conclusión que se obtiene es la de que el poder real y final residía en Vicente Castaño, al no describir su muerte, ni dar tantos detalles sobre su vida y sus caprichos y ofrecer pocos testimonios de quienes lo rodearon, hace crecer el mito que desde cuando secuestraron al papá de los Castaño sus hijos hicieron reverdecer sobre sus muertos: que nunca murieron.

Por supuesto, eso también tiene explicación en este libro que no por enredado deja de ser interesante y apasionante. Es que los Castaño no eran hermanos de sangre, eran los asesinos de su propia gente. Desde su papá hasta Carlos, unos mandaron a matar a los otros.

Fidel lo hizo con los dos hermanos menores que mandó a Bolivia. Vicente con Carlos y quien sabe quien de ellos, desde la eternidad, con Vicente. Solo dizque falta Héctor, de quien nadie ha oído hablar. Un libro que horroriza pero hay que leerlo.