Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Nadie discute que el más grande escritor vivo de la lengua española es el peruano Mario Vargas Llosa. No en vano ha sido galardonado hasta con el Nobel de Literatura.Y es que Vargas escribe muy bien. Agrada con su prosa, cualquiera sea el tema o la herramienta que maneje. Ha hecho grandiosas novelas aunque para muchos la más convincente, “Pantaleón y las visitadoras” ha sido olvidada.
Ha escrito fenomenales columnas periodísticas y en el ensayo se ha encumbrado a la par del eterno Andrés Bello. Por eso tal vez resalta el objetivo literario, o profundamente personal,o quizás muy equivocado, que ha usado ahora para mostrarnos su poderío intelectual: analizar la obra literaria del prolífico don Benito Pérez Galdós,Grande de España y magno escritor del siglo XIX a quien los ancestrales y cultivados odios de los españoles consiguieron que no le otorgarán el Nobel a principios del siglo XX.
Vargas Llosa, como si fuera una cátedra de construcción literaria dictada en La Sorbona, asume la revisión del exceso de obras de Galdós dividiéndolas en tres apartes.Las novelas,muchas, muchísimas y de diversa calidad que analiza una por una para consagrar finalmente a “ Fortunata y Jacinta”, como lo hemos hecho todos los lectores del hispano.Pero sin misericordia alguna, y pese a reconocer excelsas cualidades no solo en la escogida sino en tres o cuatro más, destripa a todas las otras descalificándolas con saña.
A las obras de teatro,que le dieron a Galdós fama universal y dinero para vivir cómodamente en su piso de Madrid o en su villa de San Quintin en Santander, Vargas Llosa las desnuda, arremete como hizo con las novelas atacando sus formalidades, en especial el uso del narrador hasta olvidarse de la importancia que el punto de vista de quien cuenta tiene para ser justos a la hora de calificarlas.
Alguna que otra le resulta válida aunque tiene que reconocer que “Electra” la obra que le dio la vuelta al mundo, se aplaudió entonces con delirio y se sigue llenando de palmas donde aún se presenta en el casi desaparecido escenario de las tablas. Pero lo imperdonable de Vargas Llosa, hasta para admiradores y seguidores insistentes como yo, es como trata a “Los Episodios Nacionales”, una serie de novelas pequeñas que cuentan, usando personajes galdosianos, los tejemanejes de esa España ultracatólica, torera y flamenca y permite más de 100 años después reconstruir por donde ha caminado la madre patria.
A ellos, esos textos que encumbraron hacia nuestros días a Galdós,el nobel peruano solo le dedica 36 de las 347 páginas del libro creyendo, incaicamente, que la gloria de Don Benito se la otorgará su cátedra de análisis literario y no el paso del tiempo el inefable juez de lo que escribimos. Da lástima este fracaso del casi nonagenario Vargas Llosa porque a ningún Zeus se le perdona la miserableza y menos para conseguir quedarse con el trono eterno que Galdós siempre le disputará.