Por: GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL
Colombia no fue un país precolombino con imperios como los aztecas, los mayas o los incas. Aquí fueron un conglomerado de 120 tribus, regadas a lo largo de los dos ríos tutelares de la patria, encontrando oro y comida en las tupidas y palúdicas selvas que los rodeaban. Y una sola tribu de más categoría y herramientas, subdividida en cacicazgos, habitando en la sabana de tierra fría, de Bogotá a Sogamoso.
Inicialmente los cronistas e historiadores la llamaron esa tribu como los Chibchas pero, con el paso del tiempo y las investigaciones juiciosas, terminaron por ser aceptadas como los Muiscas.
Sobre su presencia en el país que sería Colombia, sobre sus orígenes lingüísticos y en especial alrededor de su conformación social y su actitud humana el profesor Carl H Langebaek, un bogotano que se graduó en los Andes y se doctoró en Pittsburgh, ha escrito un encantador libro que consigue no solo recoger comparativamente toda la ecuación de esa tribu en la historia colombiana, sino que, con gran capacidad de reconocimiento a tantos arqueólogos y antropólogos que silenciosamente han venido estudiando, escarbando y conjeturando sobre el conglomerado indígena enorgullecedor, consigue presentar un trabajo didáctico, que nunca se vuelve ni lento ni pesado sino que, por el contrario, consigue hacer amable la presentación de las distintas interpretaciones de quienes vivieron y se organizaron en el altiplano cundiboyacense hace más de 3 mil años, por lo menos.
Para lograrlo se detiene con interés contagioso en buscar los restos de la comida que usaban, en los trastos para la cocina y el comedor y de allí para conseguir con efecto comparativo una visión de los distintos niveles sociales que podían existir en los casi 50 poblados que clasifica y valora y que muchos estudiosos han ido hurgando desde hace décadas.
Se trata de un libro maravilloso para quienes creemos que los colombianos si bien no tuvimos unos antepasados indígenas prodigiosos, como los del Perú o los de América Central, si descendemos de una gente estructurada socialmente, capaz de haber resistido la invasión de la cruz y la espada de los españoles y habernos prolongado un ADN vigoroso que un alto porcentaje de colombianos debemos tener. Lo recomiendo con entusiasmo.