Adalberto Santiago Berríos, nació el 23 de abril de 1937 en el barrio de «Las Pozas» en la localidad de Ciales (Puerto Rico). Santiago es poseedor de una voz rica y profunda, descrita por muchos conocedores como relajada y .perfecta. Siendo tenor lírico, está entre los mejores intérpretes de la música afrocaribeña, al mismo nivel de leyendas como Benny Moré, Bobby Capó y Miguelito Cuní y por más de seis décadas ha fungido como corista estrella en incontables producciones musicales en Estados Unidos.
Entre las voces de la salsa, la de Adalberto Santiago es una de las más educadas, poderosas y emblemáticas. Para su fortuna, a diferencia de tantos otros soneros que alguna vez saborearon las mieles del triunfo, gracias a sus extraordinarias cualidades, él ha podido mantenerse vigente y muy activo en todas las plazas donde la rumba es reina, aún en tiempos que, para muchos, han sido de crisis. Cuando no está de gira por Estados Unidos, Latinoamérica o Europa, seguramente se le encontrará en algún estudio de grabación realizando otro proyecto que engordaría su discografía personal; tal vez como invitado especial de alguna orquesta estelar o integrando los coros en la producción de turno de algún colega.
– Escuchar Audio: Pancha Plancha – Chuito Vélez Y Su Orquesta Canta Adalberto Santiago 1961
Es significativo indicar que, junto a los inolvidables Marcelino Guerra, Yayo El Indio, Chivirico Dávila y Elliot Romero, nuestro biografiado conforma el quinteto de vocalistas que más coros ha registrado en grabaciones en la historia de la música afrocaribeña. Su discografía como corista es tan extensa, que ni él mismo tiene idea del número de producciones en que ha intervenido. Pero, aquellos salsómanos que le siguen el rastro, estiman que la cifra puede aproximarse o ya haber superado el millar. Y las mismas abarcan desde álbumes de figuras noveles hasta consagradas como las individuales de todas las afiliadas al consorcio Fania y de muchas realizadas por estrellas de Seeco, Cotique, Top Hits, RMM, Sony Music y Universal Music.
Adalberto Santiago Berríos tuvo como primera influencia musical a su padre, Justiniano Santiago, obrero agrícola que era trovador y cuatrista aficionado. Aunque éste no estimulaba sus inclinaciones hacia el arte del pentagrama, su progenitora sí lo hacía, pues le agradaba la idea de que él se convirtiera en artista. De hecho, fue ella quien puso una guitarra en sus manos por primera vez. Entonces, el futuro sonero contaba seis años. Poco después de que él cumpliera siete, la familia dejó su nativo pueblo de Ciales para radicarse en una casa localizada entre la Calle 6 y la Avenida C, en la barriada Las Monjas, de Hato Rey. En este sector capitalino transcurriría el resto de su infancia y gran parte de su adolescencia. Aquí cursó sus grados académicos regulares, mientras se adentraba en el aprendizaje de la guitarra de manera autodidáctica, aunque recibiendo ocasionales orientaciones de músicos más experimentados. También, cautivado por las románticas melodías del Trío Los Panchos, el Trío San Juan, el Trío Vegabajeño de Fernandito Álvarez, el de Johnny Rodríguez y otras formaciones de esa línea, se motivó a cantar. Igualmente sin maestro, aprendió a hacer segunda y tercera voz.
Precisamente integrando un trío fue que Adalberto Santiago hizo sus pinitos artísticos cuando contaba 12 años. Aquella etapa, que se limitó a amenizar cumpleaños, algunas recepciones nupciales y a dar serenatas, se prolongó hasta que cumplió 16. Entonces, procurando un sonido más potente que le permitiera realizar una actividad artística que le resultara más fructífera, entiéndase, amenizar bailes, organizó el conjunto Los Jóvenes del Merengue. Tuvo un gran impulso: su participación en el importante programa “Tribuna del arte”, que don Rafael Quiñones Vidal había instituido en la radioemisora WNEL, lo hizo merecedor del Primer Premio.
En 1955 aceptó incorporarse a la orquesta Chuíto Vélez y sus Estrellas Boricuas, que exponía un estilo similar al que comenzaba a implantar Cortijo y su Combo. Al año siguiente, 1956, se le presentó la oportunidad de viajar con aquella agrupación a Nueva York para, entre otros compromisos, presentarse en el Teatro Puerto Rico como parte del espectáculo “El show Coca-Cola”, producido por Paquito Cordero, con Tito Lara, Los Hispanos e Ida Claudio como figuras estelares. A las pocas semanas retornó a Puerto Rico y – sin abandonar la agrupación – intentó, infructuosamente, encontrar una oportunidad como actor en Telemundo / Canal 2.
Más adelante, a Chuíto Vélez le surgió un contrato para volver a la plaza neoyorquina y trabajar de manera permanente, durante un año, en el Panamerican Casino. El éxito de sus presentaciones allí fue tan halagador, que a nuestro biografiado se le esfumaron los sueños de convertirse en galán de telenovelas, lo estimuló a aferrarse más a la música y a establecerse definitivamente en la llamada Gran Manzana. Finalizado el compromiso con aquel desveladero, la orquesta pasó a ser la de planta del famoso Club Caborrojeño. Posteriormente, se presentó en salones tan importantes como el Palladium Ballroom, Monte Carlo Club y Habana-San Juan Night Club.
Su pasantía por las Estrellas Boricuas de Chuíto se prolongó hasta 1964, habiendo sido el vocalista de tres producciones discográficas editadas por el sello Seeco Récords durante el periodo 1960-1963. La guaracha “Si Pancha plancha”, que dio título a la segunda en 1961, fue el éxito más resonante de esta etapa. En el interín, grabó con la orquesta de Willie Rodríguez y, durante el período 1964-1967, trabajó de manera independiente con diversas formaciones e intervino en la grabación del álbum “Boogaloo & Guaguancó”, de la orquesta de Willie Rosario (Alegre, 1966).
No obstante, la que podría considerarse su etapa consagratoria fue la vivida como pilar de la plantilla de la pequeña pero poderosísima orquesta del conguero Ray Barretto, con quien formó uno de los binomios más explosivos que ha conocido la historia salsera durante el período 1967-1972. El legado discográfico que ambos cimentaron a lo largo de este ciclo es de antología. Posteriormente volverían a juntarse, tanto en los estudios de grabación como en escenarios de América y Europa. Claro: es preciso recordar que ambos fueron integrantes originales del colectivo Fania All Stars, por lo que coincidían en los conciertos de este bandón realizados desde las postrimerías de la década de 1960.
Junto a varios de sus compañeros en el grupo de Barretto, Adalberto Santiago fundó una de las orquestas más impactantes de su tiempo: la Típica ‘73, que revitalizó al tradicional son cubano. Fueron sus compañeros en esta aventura René López (trompetista); Dave Pérez (bajista); Orestes Vilató (timbalero) y Johnny “Dandy” Rodríguez (bongosero). A ellos se unieron Sonny Bravo (pianista); Joe Mannazzi (trompetista) y Leopoldo Pineda (trombonista). Con la Típica ‘73 participó en tres producciones discográficas editadas por el sello Inca Récords, de las cuales surgieron exitazos como “Amalia Batista”, “Canuto” y “Mañoño”.
Su siguiente proyecto, en el que también intervinieron Vilató, Mannozzi y el tresero Nelson González fue otra orquesta sonera que, a pesar de su breve existencia, hizo gala de gran calidad: Los Kimbos. De los dos álbumes que grabaron surgieron cinco éxitos: “El mismo”, “Juan Manuel”, “Salamera”, “Si Dios me ayuda” y “Tras un vacío”. Discrepancias con su representante desembocaron en su prematura desintegración en 1978. Desde entonces, ha desarrollado su actividad artística como intérprete solista y colaborando, de manera independiente, con otros cantantes, conjuntos y orquestas, tanto en grabaciones como en eventos salseros.