Hay historias que te tocan el alma y te demuestran la fuerza increíble del espíritu humano. La de Adriana Barberena es una de ellas. Ella no solo logró dejar atrás años muy duros de adicción y vivir en la calle, sino que ahora, con su propia experiencia y el arte del macramé, se ha convertido en un faro de esperanza para otras mujeres que están pasando por ese mismo camino difícil.
Su historia, tristemente, empezó demasiado pronto. Con apenas 14 años, las drogas y la calle entraron a su vida. Hubo intentos de su familia por alejarla, como enviarla a estudiar a España, pero el vicio era más fuerte. Aunque intentó enderezar el rumbo allá, casándose y teniendo una hija, la adicción persistió. Angustiada por el futuro de su bebé, decidió volver a Colombia y, en un acto de amor inmenso por su hija, la dejó al cuidado de su propia madre (la abuela de la niña), convencida de que así le garantizaría una vida mejor de la que ella podía ofrecerle en ese momento.
Vino una época muy oscura. Adriana llegó a un punto crítico de consumo. Pesaba solo 38 kilos y las alucinaciones eran tan fuertes que llegó a lastimarse intentando quitarse animales que veía en su cuerpo. Fueron momentos de desesperanza profunda.
En medio de todo, el hilo que la unía a su familia nunca se rompió del todo. Una hermana siempre estaba pendiente, llevándole comida casera, pensando que el «sabor de hogar» podría obrar un milagro. Su mamá, en La Paz, dejaba una ventana abierta en su casa, con la fe intacta de que algún día su hija quisiera volver. Y ese día, por fin, llegó. Adriana entró a la casa vacía, una vecina avisó a su mamá, y ese reencuentro fue el verdadero punto de inflexión, el inicio de su metamorfosis.
Ya de vuelta en un entorno seguro, Adriana siguió recibiendo atención vital de Samaritanos de la Calle, una organización que conocía desde hace años pero con cuyo programa decidió comprometerse seriamente hace unos ocho. Aunque necesitó ir a un centro de internamiento por el alto consumo, nunca soltó el apoyo de Samaritanos. Continuó fiel a sus procesos terapéuticos: psicólogos, trabajadores sociales, médicos, y talleres para prepararse para volver a trabajar. Y miren la vida: ¡hoy trabaja con ellos, como promotora social!
Es importante saber que Samaritanos de la Calle es el operador oficial del programa para Habitantes de Calle de la Secretaría de Bienestar Social de la Alcaldía de Cali. El apoyo institucional es clave. La Alcaldía, bajo Alejandro Eder, hizo una inversión histórica de más de $13 mil millones en 2024 en este programa, garantizando derechos y servicios. Gracias a este esfuerzo conjunto, entre agosto de 2024 y febrero de 2025, ¡120 personas, como Adriana, lograron reconstruir sus vidas y salir de la calle con el apoyo psicosocial!
Hoy, Adriana vive su independencia. Tiene un espacio propio en el campo, con su perrita, que paga con su propio salario. Ella sabe que el proceso de recuperación es algo de todos los días, «no termina nunca», pero lo más grande que ha logrado es «haber recobrado la dignidad». Y la forma más bonita que encontró para mantenerla y multiplicarla es a través de los talleres de macramé que imparte. Los llama ‘Tejedoras de vida’. Una vez a la semana, enseña a mujeres que están en el mismo camino que ella transitó: dejar las drogas y dignificar sus vidas, guiadas por Samaritanos de la Calle.
La historia de Adriana es un testimonio vivo de que la recuperación es posible con apoyo, amor y determinación. Es la prueba de que Cali también se recupera, una vida a la vez, y que quienes logran salir adelante, como Adriana, se convierten en la esperanza que teje un futuro mejor para otros.