Por: Mariela Díaz Romero
Comenzar el año 2023 con la noticia de la muerte de una de las escritoras más interesantes de Venezuela, me ha paralizado el corazón. Victoria de Stefano nació en Italia en 1940, y llegó a Venezuela a la edad de seis años. Cursó estudios de Filosofía en la Universidad Central de Venezuela, de la que egresó en 1962. Además de escritora, fue profesora universitaria de Filosofía Contemporánea, Etica y Estética.
En 1997 recibió el Premio Municipal de Novela por “Historias de la marcha a pie”, además que en 1998 figuró como finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por esa misma obra. Su opera prima fue “El Desolvido”, libro que data de 1971. Continúo con el libro de relatos “La noche llama a la noche” (1985), “El lugar del escritor” (1992), “Cabo de vida” (1993), “Lluvia” (2002) y “Pedir demasiado” (2004).
Igualmente escribió ensayos y el libro “Diarios 1988 – 1989. La insubordinación de los márgenes”.
Pero la muerte es un acto desolador, aunque es una de las realidades de la existencia.
También se ha ido una de las escritoras a la que hubiese querido entrevistar y conocer de cerca pero me lo impidió, quizás, la falsa creencia que necesitaba leer toda su obra. Una alta exigencia que no he cumplido y que ahora siento no era algo imprescindible.
Muchas de las opiniones que he leído expresan dolor por la partida de Victoria de Stefano, a la que no solo han alabado por su extraordinaria obra literaria, sino también por su dulzura y las virtudes que poseía como ser humano.
El poeta venezolano Samuel González Seijás expresó: “Nunca te irás de mi”. Minerva Vitti la recordó cuando la vio por primera vez en La Poeteca de Caracas: “Ibas montada en tus piernas larguísimas y me dio mucha pena decirte ´gracias por Lluvia”. Agregó: “Tardía como soy, me tocará seguir aprendiendo de todo lo que nos dejaste”. Asumo ese sentimiento tardío y lento de no haber leído a Victoria lo suficiente, incluso tiempo atrás cuando llegaron a mis manos sus extraordinarias novelas “Historias de la marcha a pie”, “Paleografías” y más recientemente “Lluvia”. Aún está en mi casa de Venezuela, un ejemplar de “Pedir demasiado”, al que espero recuperar muy muy pronto.
Jacqueline Goldberg, escritora venezolana, expresó: “Fuimos afortunados de tenerla cerca, de leerla y agradecerle su escritura”. Sin duda, hoy en día agradecemos el legado de su prosa, rica y honda, aún por descubrir.
Desde Otero Ediciones la recordaron como autora “de palabra irremplazable y alma profunda”. Una acertada descripción para De Stefano.
Despertar con la noticia de su muerte fue para Jorge Carrión algo terrible. El escritor, que calificó a Victoria como la “gran escritora venezolana”, presentó su novela Lluvia (Editorial Candaya) en la librería Robafaves de Mataró.
También desde La Poeteca de Caracas se lamentó la partida de una de las grandes voces de Venezuela. Desde Perú, el poeta Jairo Rojas Rojas, autor de “Parte del relámpago”, expresó en su cuenta de Instagram: “Nos ha dejado una inmensa escritora. Agradezco tu escritura como una luz que supera la tiniebla del momento, un albor que libera el lenguaje”.
Karl Krispin, escritor que publicó una nota biográfica en el portal Prodavinci, manifestó que De Stefano era una de esas escritoras “imparables a la que el tiempo deparará vida eterna”.
En la entrevista, una de las preguntas que formuló Krispin fue: “¿De qué modo la literatura ha sido para usted una de las formas de la felicidad como sostenía Knut Hamsun?”. Ella contestó: “Voy a leerte un párrafo de mi obra ´Lluvia´, en la última página:
“Si no mirara ciertos planos de fondo, si no mirara el paisaje, si no mirara los cerros, altos, y recortados, si no oteara las cumbres, si no admirara el temblor de los árboles, si no me hiciera eco del siseo de sus hojas, si no me fijara en los pájaros variopintos entrando y saliendo de su fronda, si no percibiera el tenue brillo de su plumaje, si no apuntara al cielo y no me extasiara con las formas puras de su ingravidez, si no lanzara mis ojos lejos y agarrara altura, si no borrara de mi vista todo lo que es deplorable, ruinoso y feo, si no expulsara de mi mente los desastrosos errores cometidos, las pérdidas, los fracasos, las humillaciones, si no me sumiera en el letargo de mis contemplaciones, si no escenificara mis historias ficticias o reales en el punto y lugar donde ellas me llevan, si contra toda esperanza no intentara cortar mis ataduras, si no hiciera mesiánicos esfuerzos por desplegar las alas, hacia donde podría mirar que no sintiera la muerte en el alma”.