¿Cuántas veces hemos escuchado que una de las tareas del escritor principiante es acometer la escritura de un diario?
Se piensa o se cree que se trata de una tarea banal y por lo tanto sencilla. Pero nada más lejos de la realidad.
Es difícil aguzar el oído a la cotidianidad. Esa que con sus segundos tras segundos le quita el lustre a la novedad y se viste con el sayo gris de la rutina.
Pero cuántas cosas, actos, sucesos, ritos ejecutamos cada día en lo cotidiano, y realmente lo son, pero no son por eso menos importantes.
Preparar una taza de café, tostar una rebanada de pan, ir al baño y cepillarnos los dientes, o desvestirnos de la ropa de trabajo y colocar otra cómoda, son solo una enumeración de actos mecánicos que hacemos sin pensar, pero que cuando no los hacemos, la yunta de lo cotidiano se estropea y descarrila nuestras vidas. Porque es así, nos desorientamos cuando esa cotidianidad se vuelve trizas. Lo admitamos o no, tememos los cambios, aunque todo el mundo diga: “Los cambios siempre son para mejor”.
Lo cierto es que poder escribir un diario literario es la posibilidad de reflexionar sobre nuestra cotidianidad y relacionarla con todo aquello que inadvertidamente puede ser trascendente. Y en especial cuando me refiero a diario literario es cuando hacemos esa reflexión sobre nuestra vida intelectual, qué leemos, qué descubrimos, cuáles son esos descubrimientos que nos van marcando y definiendo.
Es entonces, el registro de una vida, que quizás no sea una vida notable pero eso no significa que no se pueda hacer un diario literario excepcional, porque es la experiencia intelectual de cada uno, es la posibilidad de trabajar en esa riqueza personal.
Tuve la fortuna de iniciar este año un diario literario. Incluso tomé un fragmento de mi diario literario y lo convertí en un cuento, con el que obtuve una mención especial en un concurso de narrativa organizado por la Asociación de Periodistas Venezolanos en España, Venezuelan Press.
Pero en el caso del texto que presenté a este concurso, quise darle un giro y trabajar esos trozos del diario literario como una narración que tuviese un inicio, un desarrollo y un cierre que se correspondiera con el curso de lo narrado.
Fue algo experimental. No estaba segura de que aquel texto que estaba presentando pudiese encajar ya que no era el cuento tradicional.
Además incorporé lo onírico como parte de la narración. La memoria, lo autobiográfico, las imágenes del presente, de mi actual vida en España se mezclaron con esas otras remembranzas venezolanas. Desde allí surgió mi texto: Diario de sueños y espejismos de una inmigrante que no supo decir adiós.
Agradezco al jurado por la consideración de otorgarme una mención especial, y muy en particular a los editores de Venezuelan Press por haber incluido este relato en el recopilatorio “Volver”: un volumen que recogió los cuentos ganadores, que obtuvieron primero, segundo y tercer lugar, además de aquellos que participaron en este concurso en homenaje al gran periodista venezolano Miguel Otero Silva.