POR: MARIELA DIAZ ROMERO
En la última semana del año 2022 es muy frecuente que cada quien pueda hacer su lista de deseos para el año que llegará, y que con esa lista de deseos viene un repaso de lo sucedido el año que ya va dejando su estela.
Pareciera que, además, se hace patente con el repaso de los acontecimientos, una sentencia de que esta es la época para sentir felicidad o emoción, que hay que perdonar porque sí, que hay que buscar el lado bueno de todo lo fallido porque sí.
¿Y qué pasa si en realidad no lo sentimos? ¿Estamos obligados a nada de ello?
Me ha ocurrido con frecuencia que el final del año me sabe más a nostalgia que a esperanza.
Me encuentro con situaciones a las que aún no les he dicho adiós o me doy cuenta de que simplemente aquello que hubiese querido lograr, no fue alcanzado.
Porque muchas veces en nuestras vidas persisten las equivocaciones y los fracasos y aún así seguimos intentándolo.
La reflexión de una amiga con respecto a la lista de los deseos de final de año me pareció pertinente. Ella me decía que lo importante de esta última semana del año era la gran concentración de energía positiva que se generaba.
No es que eso implique que los deseos por el solo hecho de tenerlos se harán realidad, sino aprovechar la energía global de cambio como punto a favor en las aspiraciones anuales.
Es en ese instante que sentimos paz, cuando dejamos que esa energía global de cambio se apodere de cada anhelo, de cada pensamiento, de cada aspiración. Porque “algunas veces la paz -tal como lo define Marcela Alluz, en ´Mujeres atragantadas´- es una tregua ínfima que sirve para seguir andando”.
Para mi ese es el propósito de cada calendario que deja caer su hoja para inaugurar una nueva cada 365 días. Seguir andando a pesar de las caídas, de los fracasos, de las equivocaciones. Porque “hay tropiezos que van a seguir aconteciendo, porque esa vereda por donde andamos es siniestra y tienen baldosas faltantes y grietas húmedas donde cada tanto volvemos a meter el pie”, advierte Alluz.
De modo que lo más sano, lo más inteligente y lo más sensato es preservar la paz, y con ella caminar entre la niebla que cada tanto se presentará. Sí, luego vendrá el sol resplandeciente, que nos cegara y anheláremos de nuevo la tranquilidad y el sosiego de las sombras.
En todo caso, si te animas a hacer esa lista de deseos, la consigna indica que preferiblemente hay que ser muy específicos, siguiendo aquel consejo de que un anhelo que no se convierte en meta, seguirá siendo tan solo un sueño. Es así que lo más conveniente es que a ese anhelo específico se le coloque fecha de realización.
Y por supuesto serán las circunstancias, tu empeño y tu fe, la alquimia que harán de esa meta neblinosa un logro conseguido entre manos.