Maud Dowley fue una pintora canadiense que vivió en la región de Nueva Escocia, junto a su esposo Everett Lewis. Pero ella no fue una pintora más, sino más bien una muy peculiar. Maudie (como le decían las personas más allegadas) sufrió de una enfermedad degenerativa: artritis reumatoidea.

Esto le afectó no solo en una de sus piernas sino también en sus manos. Desde muy joven, su forma de caminar se vio aquejada no solo por el dolor sino también por una deformidad que fue agravándose cada vez más.

En su juventud afortunadamente pudo pintar con normalidad pero al final de su vida, esta afección la limitaba para tomar con los dedos los pinceles.

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Sin embargo, esto no impidió que Maudie Lewis desarrollara su potencial creativo al punto de ser hoy en día considerada una de las artistas folk (naif) más reconocidas de su país natal, Canadá.
Maudie no solo tuvo que enfrentar las limitaciones de la enfermedad sino también debió luchar por hacerse un lugar en el mundo aún en contra de su propia familia.

Ciertamente, Maudie era una persona peculiar, con una inteligencia diferente, mucho más sensible que las personas que la rodeaban. Al morir sus padres, la casa de la familia quedó en manos de su hermano mayor, que la vendió para pagar sus deudas y envió a Maudie a vivir con su tía Ida.

Pero esta tía tampoco le dio a la incipiente artista, el hogar y el calor que ella necesitaba. Pronto Maudie comprendió que debía trabajar y así fue como consiguió un anuncio en la tienda del pueblo, que alguien solicitaba una empleada doméstica.

Ella se presentó en la dirección señalada y así fue como conoció a Everett Lewis. Pero la historia de amor entre ambos no nació enseguida. Al inicio, Maudie debió demostrar que podía hacer el trabajo y tuvo que aguantar el carácter huraño y los malos tratos de Lewis. Sin embargo, la convivencia entre ellos hizo nacer un sentimiento que los unió por el resto de sus vidas. Sin duda fue un aliciente para la artista, que además perdió siendo muy joven a su única hija.

Maudie y Everett se casaron una tarde de verano, y al terminar la ceremonia fueron a su casa a celebrar. Maudie bailaba con los pies encima de los zapatos de Lewis, quien al fin la apreciaba y había aprendido a amarla, así como también se había dado cuenta de que Maudie era una verdadera artista. Sonaba una melodía suave y él le dijo: “Mañana seguiré siendo igual de raro. Como dos calcetines viejos. Uno estaría deshilachado y deforme y el otro lleno de agujeros. Grises y duros”. Pero el arte de Maudie prevaleció sobre todas las amargas situaciones.

Ella mientras tanto pintaba sus paisajes llenos de colores y formas que buscaban dar una visión de lo que veía a diario, los animales, el paisaje invernal, las hojas rojas del otoño, las flores de la primavera o los ríos llenos de agua dulce en verano.

Cuando su amiga Sandra, le pidió que la enseñara a pintar, Maudie le dijo que eso no era posible, pero que si quería pintar, pintase, ya que todo estaba ahí, enmarcado en una ventana.
Maudie, el color de la vida es una producción cinematográfica que aborda la vida de esta sensible pintora, de sonrisa inagotable.

El filme, que se transmite por la app RTVE Play, fue dirigido por Aisling Walsh; y protagonizada por Sally Hawkings (como Maudie) y Ethan Hawke (como Everett Lewis).