Desde el año 2016, en España se celebra el Día de las Escritoras el 17 de octubre. Es una forma de reivindicar a aquellas mujeres que se han dedicado a escribir y que por diversas razones sus obras no han tenido la repercusión esperada. Muchas de ellas también han escrito escudadas en un nombre masculino o han tenido más dificultades para que sus libros sean distribuidos. Sin embargo, en nuestras vidas como lectores siempre hay páginas memorables escritas por mujeres (y también por hombres) que nunca olvidaremos.

Dice la escritora española Julia Navarro que “no hay mayor aventura que abrir las páginas de un libro”. Concuerdo con ella en esa afirmación. Empecé a ser lectora cuando era una niña de 10 años y un día recibí como regalo de cumpleaños, 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne. Mi aventura con la lectura empezó entonces con el Capitán Nemo pero luego vendrían muchas más… El Diario de Ana Frank fue uno de esos libros que marcó el paso de la infancia a la adolescencia, y me hizo descubrir hechos históricos más allá de los que señalaba la historia.

Recuerdo con cariño también dos libros en especial de mi adolescencia. Perfume de Gardenia de Laura Antillano y La piedra que era Cristo de Miguel Otero Silva. Fue como descubrir historias parecidas a mi propia vida. Fueron puertas que se abrieron para darme conocimiento, alegría, nuevos horizontes, aventuras por descubrir. Como agrega Julia Navarro: “Leer es aprender, soñar, viajar, reflexionar, sentir, vivir…”.

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A la vez la lectura significó momentos de relajación, incluso se podría decir de evasión. El solo hecho de poder sumergirme en muchas otras vidas me ha permitido dejar de pensar en los problemas y encontrar la calma. Algo así le ha pasado a la escritora súper ventas Megan Maxwell: “Leer para mí es vivir otras vidas, aprender de otros mundos, viajar, conocer nuevas historias y no quiero obviar que también es desconexión y evasión”.

Esta afirmación la comparte de algún modo, Matilde Asensi, la autora de El último catón y Sakura. “Cuando cojo un libro, lo abro y empiezo a leerlo, el mundo desaparece, me dejo atrapar por las palabras y las ideas de quien lo escribió y permitió que esas palabras y esas ideas me alimenten, me enseñen, me entretengan y me enriquezcan”, asegura Asensi.

Por eso es difícil concebir un mundo sin libros. Desde tiempos remotos el libro fue el conductor del saber y de experiencias transformadoras de vida. Milena Busquets lo tiene claro: “No sé si podría vivir sin escribir, pero estoy segura de que no podría vivir sin leer: todo sería mucho más gris y aburrido, moriría habiendo vivido menos”.

Para muchos que no han experimentado el acto de la lectura, pareciera que leer los reduce a la soledad. Sin embargo, cuando conocemos lo que viven otros lectores es posible afirmar que ya sea en la propia lengua o en traducciones, la lectura es siempre un regalo sublime de la existencia. Así lo recuerda la escritora venezolana Victoria De Stefano, quien llegó a Venezuela con 4 años de edad y aprender español para leer luego en esa lengua fue una de sus mayores aventuras infantiles. Asegura que caía exhausta de tanto leer.

Leer es un acto creativo que permite al ser humano recrear nuevas vidas, recordar las que pasaron, festejar las ficciones que se quedan gozosas en cada uno de nosotros, y que sobre todo nos permiten re-nacer con nuevo aliento. Tal como decía Miguel de Unamuno: “Leer, leer, leer, vivir la vida que otros soñaron. Leer, leer, leer, el alma olvida las cosas que pasaron. Se quedan las que quedan, las ficciones, las flores de la pluma, las solas, las humanas creaciones, el poso de la espuma. Leer, leer, leer; ¿seré lectura mañana también yo? ¿Seré mi creador, mi criatura, seré lo que pasó?”.