Por  Rosy Palma

Cuando alguien en una conversación mencionaba a Cali, siempre se me venían a la cabeza tres palabras: Salsa, calor y peligro. Y ahora que estoy aquí, no me he bailado ni un disquito, llueve casi todos los días y he caminado sus calles sin sentir miedo alguno.

Cali nunca fue uno de mis destinos pendientes, y cuando me propusieron venir lo dudé hasta la misma mañana que salía el vuelo. Pero confieso que en mis adentros algo me decía que me estaba perdiendo de una gran experiencia. Y sí.

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Siempre he creído que la mejor forma de conocer una cultura y acabar con los imaginarios colectivos es sumergirse en ella. Por eso llegué sin una ruta específica, dejándome guiar de los que saben, los caleños. Subí a Cristo Rey  no tanto por admirar el monumento, sino porque ya me habían dicho que en la feria vendían productos típicos. Probé de todo: empanadas vallunas, marranitas, aborrajados, manjar blanco y lo que me robó el corazón de un sorbo: el Champús, bebida de campeones, para estómagos con resistencia a todo como el mío, y lamenté no poderlo tomar más a menudo.

Caminé hasta el cansancio. Vi hoteles, grafitis, cruces, gatos, iglesias y skateboards.  Pero Cali me conquistó fue con su sabor. Un taxista me dijo que el mejor desayunadero era La Alameda. Lo primero que vi al llegar fue a una negra divina, rayando coco y echando cuentos con su enorme sonrisa. Ese día probé por primer vez el mangostino, la granadilla caucana, el zapote chocoano y el rambután. ¿Cómo había sido capaz hablar de frutas sin haber probado éstas? Dios mío, perdón. Yo estaba en Disneyland, desayunando tamal con aguapanela, mientras pasaban frente a mi caldos de pajarilla, viuda de pescado, fritanga y pasteles de yuca. Hoy, frente a la puerta de embarque, me reprocho no haber comido más.

Me quedo con la sonrisa de la señora que me vendió las empanadas de cambray, con el sabor del helado de mamey que probé y con la riqueza del pacífico en un encocado de camarones del barrio San Antonio. Ya reemplacé mis tres palabras. Ahora Cali para mí significa Color, Sabrosura, Coquetería. Nos vemos pronto.

Rosy Palma

@traveler_colombia_