Por: Miguel Ángel Arango

TAMAYO, LA ALEGRÍA DE LEER.
El pasado uno de enero cuando la gobernadora del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, tomaba posesión y anunciaba el nombre de Fernando Tamayo Ovalle, como el nuevo director de la biblioteca departamental Jorge Garcés, los presentes recordaron el famoso comercial de Davivienda con el lugar equivocado.

Yo también me conmocione. Recordé a mi queridísimo profesor de derecho romano, Mauricio Bazurto. Capitis diminutius maximus”, estalló en mi cerebro. (los abogados entenderán). Tamayo había sido candidato a la gobernación y se bajó para apoyar a Dilián.

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El anuncio de la mandataria generó escepticismo entre los asistentes a ese impío acto político a pleno sol de las doce del día y con muchos de los presentes víctimas del guayabo. “No va aceptar esa tienda de mecato”, dijeron algunos.

Tamayo, fue concejal de Cali durante cinco periodos. Veinte años de su vida los entregó a su partido y a nuestra democracia. Fue un gran concejal. Hombre inteligente y de sonrisa fácil.

Contundente y demoledor cuando se trataba de apretar a quien oficiara de alcalde y hombre hábil para conseguirles empleo a sus seguidores. Disfrutaba la política y la ejercía de manera casi delirante.

Lástima que después de veinte años se diera cuenta que había dilapidado la tercera parte de su vida en uno de los espacios más despreciados por los caleños.

Hoy el ex concejal ejerce con pasión y orgullo la misión de llevar a su máximo nivel la biblioteca más importante de la ciudad. Dudo que sea un buen lector pero tendrá tiempo para aprender.

Propiciar que muchos vallecaucanos menores de veinte de años de edad lean un libro es una de sus metas durante los próximos cuatro años que estará al frente de esta institución.

Por eso busca llevar las nuevas tecnologías de la información y amplía los horarios para atender al público y también se podrá ingresar los días festivos. A Fernando Tamayo, comunicador de profesión le sobra inteligencia para asumir una responsabilidad tan hermosa que le ha confiado la gobernadora.

Ya tendrá tiempo suficiente para enamorarse de Hermann Hesse y sentirá muy de cerca cómo olía Alberto Moravia.

Descubrirá que el ruido y la furia no es lo último en salsa. También aprenderá que Javier Cercas, No juega en el Atlético de Madrid y lo recordará por escribir el impostor. Y cuando el tedio se apodere de él y lo haga evocar sus años dorados en el concejo podrá alzar la mano para tocar Adiós a las armas o por quién doblan las campanas.

El 31 de diciembre del año 2026 y cuando este hombre esté entregando la biblioteca ya se habrá conocido que Madame Bovary, no es la dueña del palacio flores frescas.

Tamayo hoy no está en el lugar equivocado. Seguro Dilián algo le descubrió en asuntos culturales y lo sacó de las aguas turbulentas en donde sobrevivió veinte malditos años. Lo hará muy bien porque ha entrado al mejor de los mundos: El mundo de los libros.

REFORMA
“La educación no puede ser objeto de ideologías de izquierda, de centro o derecha”, dijo el congresista vallecaucano Hernando González, al defender el proyecto de ley de reforma a la educación y del cual dijo que contribuyó con setenta proposiciones para su enriquecimiento.

Pidió que terminar el bachillerato debe ser una prioridad de los jóvenes, de las familias y del estado. Anunció que apoyará con determinación ese proyecto para que haya educación gratuita desde la primera infancia pero también reclamará que las universidades tengan sus sedes o satélites en las más apartadas regiones colombianas.

Recomendó seriedad a la hora de definir los programas de educación superior en cada uno de los departamentos del país. Dijo que es insólito que en Buenaventura no haya profesionales para el mar mientras Bogotá tiene facultades de ciencias marinas e ingeniería marina.