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Si Trump y Biden tienen dividido a USA; si Uribe y Petro tienen dividido a Colombia; si Evo y Mesa tienen dividido a Bolivia, ¿por qué, este susurrero, por falsa prudencia, no se atreve a dividir más a Locombia?

Me mamé de ser aguas tibias y, asumiendo las graves consecuencias que esto me causará con mis lectores, hoy desnudaré mi alma y tomaré abiertamente partido, frente a un tema consustancial para los colombianos.

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Pido, de antemano, compresión por mi destape y espero que las contradicciones, que mis preferencias causen, sean debatidas con mesura.

Ojalá Facebook y demás redes sociales no censuren mi descarnada y abrupta declaración y entiendan que uno, a veces, no soporta seguir callando frente a las imposiciones que hieren nuestros gustos.

Me declaro en rebeldía contra los que abusivamente se han tomado el sacrosanto nombre del Tamal y, a cualquier amasijo, lo llaman así.

El Tamal es de maíz amarillo, jamás puede ser de maíz blanco; eso es una blasfemia.

El Tamal no pude llevar pasas, ni huevo duro; esto hiere la esencia misma de su razón de ser. Epistemológicamente, el Tamal no puede llevar alcaparras, ni cilantro, ni arracacha, ni berenjena, ni queso, ni garbanzo; esto lacera profundamente el sentimiento de los adeptos al Tamal.

Con todo respeto de los Tolimenses, eso de que el Tamal lleva arroz es un atropello. Esa chuspa de hoja de plátano rellena de arroz, huevo duro y lechona, puede ser muy rica, pero no es Tamal.

Aunque la minga indígena me invada y los ilustres popayanejos me maldigan, el Tamal de pipián es diminuto y está relleno de papa y maní. Ese engendro, de meterle carne y volverlos grandes, es de todo menos Tamal de pipián.

El verdadero Tamal es el Valluno, grande, con tres carnes: Presa de pollo, carne de res y costilla de cerdo; poca arveja y papa; claro está que, dentro de la variedad de Tamal valluno, el verdadero y único Tamal es el resplandor, de origen Cartagueño; masa de Maíz amarillo y guiso valluno; sus carnes y papa deber ser cortados en minúsculos cubos, para que sea guiso guiso.

El verdadero Tamal es envuelto en hoja de bijao y amarrado con bejuco de plátano. Esa grosería de amarrarlos con cabuya o cualquier otra tira, no tiene perdón divino.

Tamaleros ortodoxos de Colombia: Os convoco a que nos insurreccionemos contra los maltratadores de la sacra tradición del buen Tamal e iniciemos la recolección de firmas, para convocar un referéndum, donde se prohíba llamar Tamal a lo que por antonomasia no pude llevar este nombre.

Ñapa: Para estar a tono con el momento, les recuerdo que el Tamal es precolombino. En el Siglo XVI Fray Bernardino de Sahagún, en sus crónicas, lo describe con detalles. Esto me anima a iniciar también una minga para proteger este patrimonio culinario ancestral; voy a proponer que bajen unas estatuas y coloquen una con la figura de un hermoso Tamal.

Ñapita: El nombre de Tamal viene de náhuatl, lengua de los mexicas significaba envuelto.

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