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Cuando la negra Dorotea Sánchez, madre de los mellizos Pedro y Pablo, decidió hacer unos dulces con figuras y adornarlos con tiras coloridas de papel, para regalárselos de cumpleaños, no pensó que sus macetas de azúcar fueran a ser la fuente de una tradición, que hoy es patrimonio cultural.

El día de San Pedro y San Pablo, dos apóstoles que no fueron a la fiesta de todos los santos, se celebra, en Cali, el día de los ahijados regalando una maceta; un palo de balso (Ochroma Lagopus), al cual se le incrustan una especie de bombones de azúcar, adornados con papelillos de colores y unos ringletes (hélices de cartulina multicolor) que giran con el viento.

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La preparación de una mezcla de agua, azúcar, gotas de limón, determinado tiempo de cocción y «mucho amor», hasta dar el “punto”, después de un prudencial enfriado, tiene una apariencia traslucida que, al ser batida, se torna de color blanco, hasta lograr una textura maleable; recibiendo el nombre de alfeñique.

El alfeñique se envuelve en palos finos y se les da forma de piña alargada (quedando como un “chuzo” de azúcar).

Los gemelos de Dorotea nacieron un 29 de junio a finales del Siglo XlX y ella dijo haberse inspirado, para hacer las macetas, en una aparición divina de la Virgen Santísima. Eso fue comunicado al cura del tradicional barrio de San Antonio, en Cali, donde vivía la negrita con sus mellizos; el Padre, que debía ser español de origen sefardí (judío), inmediatamente se volvió promotor de ventas e instauró el día de los ahijados.

Con el tiempo, se volvió una tradición cultural regalar macetas a los ahijados de bautizo; es una fiesta familiar en Cali. Debo confesar que mi padrino no me daba macetas, pero sí me daban unos billeticos.

Soy pésimo padrino. En pocas oportunidades les he dado macetas a unos pocos. Me avergüenza haber sido así. Cuando me encuentro con alguno de mis ahijados y me dicen: «bendición padrino», me siento pésimo y solo logro decirle: «Dios lo bendiga, mijo» y reclámele a sus papás por el padrino tan malo que le pusieron.

Hoy aprovecho la pandemia, única vez con justificación para no haberles dado macetas a mis ahijados, para enviarles un abrazo grande, pedirles perdón por todas las macetas que les debo y decirles: ¡¡Feliz día del ahijado, mijos!!

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