Estamos experimentando una saturación de la información, es especial sobre la pandemia. Cada hora sale un informe de nuevos contagios o aparecen especialistas brindando información sobre cómo prevenir el brote y haciendo un llamado al cuidado. También, son cuantiosos los audios, cadenas, mensajes generando una saturación de información, donde no alcanzamos a distinguir la veracidad y profundidad de estas. Sumado a esto, cada día están saliendo normas, leyes gubernamentales que determinan las medidas que la ciudadanía debe seguir.  Hasta las alocuciones del presidente se han hecho frecuentes, que escucharlo se está convirtiendo en una parte de las actividades cotidianas. Estoy seguro qué a excepción de los estudiosos del derecho, no habíamos recibido tanta información sobre leyes y decretos en tan poco tiempo. Con todo este mar de información para procesar en tan poco tiempo, terminamos tan cargados y cansados, qué junto a las dinámicas de trabajar desde la casa, que pareciera que se duplicaran los quehaceres, y con la adaptación tan repentina que nos ha tocado frente a estos nuevos procesos, hacen que en ocasiones nos desesperemos y perdamos la paz.  A ver la velocidad con las que el virus avanza y la falta de consciencia de una gran parte de la ciudadanía, suelen ponen a prueba nuestra paciencia, llenándonos de temor, rabia y desesperación.

Frente a toda esta situación nuestro mayor desafío es no dejarnos robar a paz.  La propuesta de pensadores como Epicuro, que nos invita a buscar lo que nos genera placer (paz espiritual) y evitar lo que nos causa dolor, se hace pertinente. O los estoicos cuando nos hablan de la ataraxia, es decir, un estado espiritual de no dejarse perturbar o perder la tranquilidad frente a situaciones que no dependen de nosotros, se hace más que necesaria. El mismo Maestro de Galilea nos invita a poner la confianza en la Providencia, en el amor de Buen del Dios del Cielo, porque “cada día trae su propio afán”. Y son incontables las propuestas que desde las diferentes opciones de vida buena se nos hace, que resultan ser oportunas en estas circunstancias.

Conservar la tranquilidad y no dejarse robar la paz es una tarea única y exclusivamente nuestra. Hay que evitar caer en provocaciones y mantener la calma ante tanta noticia triste, amarillista frente a los profetas de la desgracia. Recordemos que Buda dice “quien te hace enojar, te domina”. y estoy seguro de que cada persona tiene la entereza para no caer en la provocación, que, lo que hay en el corazón de cada uno es mayor a los temores, que la fuerza de cada persona (carácter) es superior a las dificultades y el amor que cada persona conserva es la fuerza que nos ayuda a levantar para seguir adelante. Sin perder los cuidados necesarios, también debemos llenar las redes de esos sucesos bonitos que estas floreciendo, en medio de esta situación. Hay centenares de personas que han salido ayudar a los demás. Cantidad de jóvenes cuidando a sus abuelos y apoyando a los adultos en el uso de la tecnología. Son mucho más los gestos grandiosos, pero silencioso que las personas hacen. Sabemos que son más ruidosos y tienen mayor audiencia aquellas noticias donde aparecen expresiones humanas llenas de terror, miedo y violencia. El odio es más ruidoso que el amor. La paz es silenciosa, aunque las balas son ruidosas. Pero tengo la convicción que por cada gesto de odio y violencia hay millones de seres humanos expresando su amor, solidaridad y compasión hacia los demás. Por cada bomba, hay millones de abrazos, millones de familia unidas en el amor. Lo que pasa es que la bomba es más ruidosa, pero quienes amamos somos más, y, tenemos que hacer visible la paz interior que nos permitirá superar cualquier dificultad. El amor es restaurador y sanador, por eso no hay que dejarse robar la paz, así salvaremos a la humanidad y construiremos una nueva sociedad.

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