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Decía el Mayor Luis Carlos Londoño, a quien recuerdo con singular cariño: «a mí no me ningunea ningún ningunito».
Ningunear, es un verbo transitivo que según la real academia significa menospreciar a alguien. Como el español es una lengua viva, es decir cambiante, este susurrero introduce el verbo «minganear».
Minganear, por más que se crea que venga de minga y vagar, no tiene nada de eso; es desarrollar una organización minuciosa, para trasladar a cientos de personas por más de 600 kilómetros por tierra, en un país que exige más requisitos que el vaticano para transitar por sus calles.
Los minganeros,
(joder, se volvió sustantivo), se lograron montar en las famosas chivas Colombianas, que son un bus sin cinturones de seguridad, ni revisión tecnomecánica, sin ventanas y que lleva la gente montada hasta en el techo con las gallinas y los marranos, para llevarlas del Cauca a Bogotá, haciendo el milagro de que ningún policía de tránsito los detuviera.
Minganear entonces es también la capacidad de hacer el milagro de enceguecer a los ávidos policías de tránsito cuando se está mingueando (gerundio).
En la minganeada se deben llevar los alimentos y las cocineras, para atender a los minganeros. Amén, se deben tener los lugares para descomer y desbeber (hacer del cuerpo, que llaman). Esta logística hace que minganear sea toda una gran empresa.
¿De dónde sale el dinero para
minganear’? Muy fácil, los mingadores ahorran todo un año para poder salir de vacaciones a la carretera panamericana y pasear en chiva hasta Bogotá; pasando unos días rumbeando con el Taita Jorge Iván en Cali y darse un septimazo en Bogotá, con Claudia, la Cacica gritona.
El gran jefe Duque no los pudo recibir, porque tuvo que ir a Quibdó, a comprar unos disfraces de Halloween, por tanto los mingadores perdieron la ida a Bogotá. Ahora, se devuelven para el Cauca y esperarán al presidente «cabellera blanca» en la vía panamericana, su lugar preferido para hacer largos paseos de olla.
Los minganeros demostraron que los coliseos deportivos son amplios hoteles a cielo cerrado. Dieron una clase de cultura limpiando la basura que generaron y bailando salsa con botas pantaneras; No rompieron ninguna vitrina, ni le tiraron piedra a la policía.
El comisionado contra la paz el Dr. Cebollas, invitó a los minganeros a jugar al escondido y de espaldas gritó: «cuclí cuclí, el minganero que esté detrás de mí, no juego con él». Salió corriendo a buscarlos al Cauca y los minganeros en chiva a buscarlo en Bogotá.
Como es típico en el macondiano Locombia, a todo hay que inventarle su bochinche u chisme. Se dice que mientras estaban minganeando unos metiches se metieron en las tierras de los minganeros y les saquearon unas almohaditas blancas, que se les olvidaron, por salir a la carrera a buscar al Dr. Cebollas. No se sabe si eso es verdad o embuste, pero se está comentando y, si el río suena, se ahogó un músico.
Por eso Duque, parafraseando al Mayor Londoño dijo: «a mí no me minganea ningún mingaadicto», y no los recibió en Bogotá. Los minganeros emputados e imputados, le contestaron: «te veremos en la panamericana y traé los robocots negros».
Ñapa: Guerra avisada no mata soldado, dice el proverbio popular. Prepárese Popayán que el pipián se va a escasear.
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