Indudablemente uno de los grandes cambios culturales que nos ha tocado vivir es el de la igualación del lenguaje entre mujeres y hombres.

En los años de upa, cuando nos educaron, los hombres usábamos palabras soeces entre hombres y nos absteníamos de pronunciarlas cuando había una dama presente; si se nos salía alguna, inmediatamente dábamos disculpas.

Ahora, para acabar con esa odiosa discriminación, las mujeres usan  palabras de grueso calibre, inclusive con más frecuencia que los propios hombres.

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Esto, acompañado al problema de que no se puede piropear, por el tema del acoso.  Las jóvenes de ahora
sí pueden lisonjar a los muchachos. No habrá ningún hombre, por gay que sea, capaz de acusar a una mujer de acoso, por un piropo; machistas, por supuesto.

Me fui a consultar entre niñas que tienen entre 16 y 40 años, «cómo galantean» a los varones ahora.  Ahí van algunos ejemplos:

Churro, papacito, bizcocho, bueno y pavo; son los calificativos en monosílabos.

Fraseados, como:

Este está como quiero; aguantas un susto; por fin un nalgón; te hicieron con ganas; cuando quieras te doy un hijo; ¿me dejas jugar con tu muñeco?; si así es el chorro, cómo será la manguera; aquí tengo el sacapuntas para ese lápiz; aquí está el candado para esa llave; no te puedo bajar la luna, pero sí los boxer; quisiera ser bombera para llevarte la manguera; si fueran paleta, te comería hasta el palito; esos huevitos están para batirlos.

A mí me emocionó mucho uno que le escuché a una enfermera hablando con otra en estos días: «que viejo tan lindo», casi se me para, el corazon por supuesto.

¡¡Recórcholis!!

Ñapa: Todo tiempo pasado fue peor.